André Kostolany (Budapest, 9 de febrero de 1906 – París, 14 de septiembre de 1999) fue un especulador y experto en bolsa reconocido mundialmente. Trabajó la mayor parte de su vida en Francia y Alemania. El más joven de cuatro hermanos, André era hijo de un industrial adinerado de Budapest. Hasta sus últimos días de vida André Kostolany paseaba su prestancia y su experiencia por seminarios y conferencias derramando encanto y mucha sabiduría.

Lo curioso de Kostolany es que (así lo confesó) él mismo era quien no seguía sus propios consejos. Fue un especulador nato desde sus comienzos. Estuvo dos veces en bancarrota y a punto de la ruina total. Tuvo deudas y muchas veces se movió al borde del abismo llegando a pensar en el suicidio. Pero siempre supo superar los malos momentos. Terminó siendo multimillonario. Conservó su estado físico y mental en plenas condiciones hasta los últimos días de su vida. Además, era astuto como pocos. Fueron 75 años de inversiones y especulaciones en todos los mercados. Murió en París a los 93 años.

Estudió filosofía e historia del arte en Budapest pero su padre le obligó a abandonar sus estudios y lo mandó a París en 1924, para trabajar como agente de bolsa. Allí empezó su carrera como especulador y árbitro financiero. Fue capaz de obtener beneficios de la caída de la bolsa en 1929, haciendo operaciones en corto durante esa época. Cuando los alemanes ocuparon Francia en 1940, voló a Nueva York. Desde 1941 hasta 1950 fue el director general y presidente de la G. Ballai and Co Financing Company. Desde 1950 vivió con su esposa en París, tenía oficina en Múnich y una casa en la Costa Azul. Después de la Segunda Guerra Mundial, invirtió activamente en la reconstrucción de Alemania. Fue su mejor negocio. En ese momento nadie daba una miserable peseta, lira o misérrimo dinar por la demolida Alemania, donde solo quedaban escombros y mujeres. Kostolany, muy “despierto” para ver las buenas oportunidades, tenía conocimientos de finanzas, economía y política. Y también poseía mucho sentido común. El subsiguiente boom económico le ayudó a construir su fortuna. Siempre supo cuando hay que hacer caja.

André Kostolany: una vida dedicada a la especulación

La especulación y sobretodo la pérdida total del capital invertido eran conceptos que Kostolany conocía perfectamente. Cuando era pequeño, su hermano Emmerich, que era empleado de banca, se sintió también arrastrado por la fiebre de la especulación y en compañía de algunos amigos, especuló en commodities. Al principio, todo pareció irles bien. Sin embargo, cuando el mariscal de campo Hindenburg derrotó a los rusos en Tannenberg, Prusia Oriental, sobrevino una gran caída bursátil, en la que Emmerich no sólo perdió todo lo invertido, sino que acabó hipotecado hasta las cejas. Cuando en esa dramática situación, Emmerich empezó a hablar de suicidio, su padre tuvo que liquidar las deudas y no se volvió a mencionar la palabra especulación en la familia Kostolany.

En los mercados se produjo un movimiento que elevó la cotización de la cartera de Emmerich, pasando de una situación de ruina al haber liquidado las posiciones a una posición de grandes beneficios si hubiera tenido la capacidad financiera suficiente para aguantar el golpe bajista, eso le enseñó a Kostolany una gran lección:

“En la bolsa las cosas ocurren al principio de manera distinta a como se pensó y sólo después se enderezan y suceden como se había esperado. Cuando, pese a todo, se gana dinero en la bolsa, es el salario del dolor, primero llega el sufrimiento y después el dinero”

Su método era invertir en forma anti-cíclica, se basaba en la opinión contraria: subirse al tren cuando todos bajan. Cuando cunde el pánico. Cuando todo el mundo se saca los activos de encima y las cotizaciones se derrumban. Cuando todos venden a cualquier precio, para limitar pérdidas o por miedo al derrumbe total. Cuando los inversores se desprenden de los títulos como si los mismos tuvieran lepra. Kostolany solía decir que en ese momento es cuando hay que dar el manotazo y quedarte con todo.

Y vender todo en plena euforia. Cuando las cotizaciones hayan explotado. Cuando los títulos son recomendados hasta en la peluquería. Cuando se recomiendan acciones en todos los medios y revistas. Cuando se habla de ganar dinero en la bolsa hasta en la iglesia o el supermercado. Entonces hay que vender todo. Sacarse de encima hasta las acciones más queridas y amadas.

Según palabras del propio Kostolany:

“Siempre he tomado las mejores decisiones sobre el mercado escuchando música clásica. Eso ha quedado demostrado en la práctica con bastante frecuencia. Lo principal es mantenerse al margen de la opinión generalizada”

Para Kostolany el dinero era algo perecedero, mientras que el arte siempre será eterno. Era su válvula de escape para la especulación: la música y el arte.

Kostolany descubrió en sus propias carnes que la única forma de sobrevivir en el mercado es mediante un pensamiento independiente, que nos haga obviar los cientos de consejos bursátiles que están al alcance del inversor. Por azar, una tarde un botones de un hotel llamó a la puerta de su habitación entregándole un telegrama que confirmaba el encargo de un gran paquete de acciones de Royal Dutch en todos los mercados del mundo por un importe total de varios millones de florines. Al principio, Kostolany no entendía bien el significado del telegrama y al volver a leerlo descubrió que el destinatario del mismo era el Dr. Mannheimer. Los empleados del hotel se habían equivocado en el número de la habitación, otorgándole un increíble secreto que sin duda le haría ganar grandes sumas de dinero. Tras devolver el telegrama para no desatar sospechas, Kostolany tomó una gran posición en Royal Dutch, mucho más dinero del que normalmente dedicaba a cada posición. Tras la compra de la acciones, éstas no pararon de bajar hasta llegar a un valor que suponía un tercio del precio de compra, esto le demostró a Kostolany que debía fiarse, exclusivamente, de sus propias opiniones y no dejarse llevar por chismorreos, aún cuando éstos vengan de grandes financieros o personas muy adineradas.

Como buen especulador, André Kostolany, dominaba tanto el lado largo como el corto, conocía perfectamente la posición corta y la utilizaba en beneficio propio sin importarle las razones morales que algunos aducían en aquellos tiempos. No se cansaba de pregonar que la mejor inversión, la más segura, la más eficaz y la más rentable, es la inversión a largo plazo. No apostar a modas y tendencias, sino invertir a largo plazo en distintas empresas y países. Kostolany decía:

“Miro los gráficos y nunca voy contra ellos”

Sabía que el éxito es algo más que leer tendencias en un ordenador. Comentaba que descifrar los mercados es importante para el éxito en la operativa, pero no es determinante, ni siquiera es lo más importante. Hay mucha gente que opera exitosamente con un conocimiento muy parcial y sesgado del ‘elefante bursátil’, porque se limita a hacerlo en las partes de su ‘anatomía’ que conoce mejor. Y no faltan los que con un gran bagaje teórico y una visión muy lúcida de los mercados son un desastre en la práctica, y más les vale dedicarse a intentar orientar y dar ideas a los demás.

Su método de especulación no tenía en cuenta el análisis técnico, ni cualquier otro método cuantitativo, se fiaba solo de su intuición e instinto, su olfato para la bolsa y la especulación tenía esperanza matemática positiva. En un tiempo en el que los especuladores de la época dejaban como fianza hasta la camisa para poder comprar acciones, el concepto de prudencia y diversificación se consideraba una teoría filosófica y los stop loss eran cosas de un impensable futuro, el que permanecía en pie en los parqués se tenía que cuidar de no caer, ya que las demostraciones de los métodos de especulación no pasaban más que de un mero presentimiento, con los riesgos que conlleva esta forma de hacer las cosas.

La aplicación de la teoría de André Kostolany es complicada, sabía exactamente cómo hacerlo e hizo una fortuna. No sólo eso, nadie entiende la psicología del mercado y toda la industria de la manera que él lo hizo. Sólo las personas u organizaciones que operan con una mano firme, paciencia y tranquilidad podrán invertir con éxito. Necesitas saber que puedes controlar tus nervios y ser inteligente para comprender tu limitación mental.