Por siglos, la gente ha dependido de mapas para orientarse. Hoy cuenta con los mapas digitales, teóricamente los más precisos jamás elaborados, pero que también pueden darle direcciones equivocadas.

A fines de agosto por ejemplo, los usuarios de Snapchat de Estados Unidos comprobaron que su aplicación de mapas había renombrado a Nueva York, bautizándola con la expresión antisemita “Jewtropolis” (Judiotrópolis). En Washington, Google Maps le cambió el nombre a un edificio del Senado tras la reciente muerte del senador John McCain. Y los investigadores han descubierto numerosas referencias a hoteles y plomeros falsas en Google Maps, aparentes intentos de manipular las búsquedas en inflar el tráfico o dirigirlo a sitios específicos.

Los mapas modernos son capaces de ubicar monumentos y atracciones, negocios y restaurantes, indicar dónde hay tráfico pesado y dar direcciones para llegar a un sitio. Una cantidad de servicios grandes y pequeños actualizan constantemente estas representaciones del mundo real empleando una variedad de herramientas sofisticadas, desde satélites en órbita hasta el teléfono que usted tiene en su mano.

Pero hay otro elemento importante: la información que suministra gente ordinaria, que hace que los mapas se parezcan a Wikipedia, donde todo el mundo puede poner lo que desee. La aplicación Waze marca un accidente de tráfico, por ejemplo, porque algún conductor lo reportó. Voluntarios que no cobran aportan información sobre nuevos negocios, monumentos e incluso calles o carreteras.

Se recibe estos aportes bajo la noción de que, tomados en conjunto, darán información precisa. Pero mientras se recaba información de muchas fuentes, personas avispadas pueden manipular las cosas, al menos temporalmente.

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Como sucedió la mañana del 30 de agosto, en que los usuarios de Snapchat vieron que Nueva York había sido renombrada con un término antisemita. Otros sitios han recibido nombres como “Puente de Pedófilos” o “Túnel recordatorio de Adolf Hitler”.

Snapchat y otras aplicaciones usan la firma Mapbox, que recibe información de 130 fuentes, según su director ejecutivo Eric Gundersen. Una de esas fuentes es un proyecto similar a Wikipedia, llamado OpenStreetMap, que acepta aportes de todo el mundo.

Un usuario hizo allí 80 cambios, incorporando expresiones antisemitas, a principios de agosto. La información disponible revela que el mismo usuario anónimo dio nombres censurables a calles de Londres y llamó a Rusia “Commieland” (Comulandia). Los cambios fueron revertidos por OpenStreetMap en menos de dos horas, obra de otro contribuyente.

En Mapbox, sin embargo, las menciones antisemitas permanecieron 20 días antes de ser eliminadas.

La Fundación OpenStreetMap, una organización sin fines de lucro con sede en Cambridge, Inglaterra, dijo en un blog que las expresiones fueron pilladas y eliminadas de inmediato, pero que Mapbox usó la información falsa en sus programas y fue reproducida en miles de aplicaciones y portales.

El rey de la cartografía digital, Googlel Maps, no usa tantos contribuyentes desconocidos como OpenStreetMaps, pero también puede reproducir ediciones fraudulentas.

El grueso de la información que recoge Google Maps proviene de imágenes de satélite o de información del tráfico. Sin embargo, a nivel local, algunas entradas son sugeridas por los usuarios y son vulnerables a ataques.

El 29 de agosto, alguien dispuso que el edificio Russell del Senado fuese bautizado “Edificio de Oficinas McCain del Senado” en Google Maps, según una propuesta que estaba bajo consideración en esa cámara. El cambio no fue percibido por las revisiones humanas y automáticas de Google. El nombre fue retirado solo después de que la prensa lo comentase.

Google dijo a la Associated Press que a lo largo de los años ha reducido las entradas fraudulentas “a niveles muy bajos” y que siempre está alerta y vigilante.

Sam Hind, investigador de la Universidad de Siegen, en Alemania, que estudia la tecnología de la navegación, dice que los especialistas que producen los mapas se han dado cuenta de que los usuarios tienen mejor información que los profesionales.

“Desde ya, esto conlleva un riesgo: uno tiene que confiar en la veracidad del conocimiento y verificarlo de algún modo”, expresó.

Esto plantea algunos problemas a los listados de negocios de Google Maps, que permite la incorporación de nuevos negocios a sus mapas, en parte para incentivar a los pequeños comercios a que hagan publicidad en Google para atraer clientes de la zona.

Esto se presta a abusos. Como el que sufrió Greg Psitos, florista de 33 años de Queens, Nueva York. En febrero, alguien puso que estaba cerrado en el Día de los Enamorados, que debió ser el de más movimiento de todo el año.

“Resulta que alguien controlaba esa entrada desde hacía cuatro años sin mi conocimiento”, declaró Psitos. Agregó que le tomó meses recuperar el control.

Desde entonces, Psitos ha tratado de enfocar la atención en este problema. El florista convenció a Google Maps de que en su floristería funcionaban la cadena noticiosa CNN y el Trump Palace. Ambas entradas estaban presentes en Google Maps cuando circuló este artículo.