La isla de Ventotene, un antiguo volcán frente a la costa de Nápoles, es el lugar de nacimiento del sueño de una Europa unida.

Fue ahí donde, cuando era utilizada por el régimen fascista durante la Segunda Guerra Mundial como un lugar para desterrar a los disidentes políticos, Altiero Spinelli y Ernesto Rossi redactaron el "Manifiesto de Ventotene", uno de los textos fundadores del federalismo europeo.

Escrito en papeles de cigarrillos y escondido en una caja de hojalata con doble fondo, el manifiesto "para una Europa libre y unida" fue contrabandeado y circulado entre la resistencia italiana.

Spinelli y Rossi convirtieron a una isla de represión en una de ideales.

Pero tanto la fama de esa isla del mar Tirreno, como la tradición de ser lugar de exilio se remonta más de 2.000 años, cuando su nombre era otro.

En esa época Ventotene se llamaba Pandataria y sirvió de cárcel con muros líquidos para mujeres aristócratas cuyo comportamiento no concordaba con lo que las normas de la sociedad dictaba.

Esa sociedad era la del Imperio romano, y en ella cualquier mujer cuyo comportamiento sexual se pareciera al de los hombres era merecedora de castigo.

Ave Cesar
En el año 18 a.C., el emperador Augusto promulgó la lex Iulia para elevar la moral de la clase alta de Roma, además de alentar matrimonios y procreación entre los miembros de ésta.

El adulterio fue declarado un delito privado y público, para el cual la pena era el exilio a un lugar lejano de Roma.

La Lex Iulia de Adulteriis Coercendis también permitía a los padres de hijas adúlteras matarlas a ellas y sus amantes.

Los esposos engañados, por su parte, tenían que divorciarse de sus adúlteras mujeres y podían matarlas, bajo ciertas circunstancias.

El delito sólo se le atribuía a las mujeres.

La mayor
El emperador mismo sintió el efecto de su propia ley en carne propia... aunque, por supuesto, no tanto como su hija, Julia la Mayor.

Livia, la esposa de Augusto, lo convenció de que favoreciera a Tiberio, su hijo de un esposo anterior, como su posible sucesor.

Para acercarlo a la familia, el emperador forzó a Tiberio a divorciarse y casarse con su hija Julia, quien acababa de enviudar por segunda vez.

La unión, celebrada en el año 11 AC, fue indeseada e infeliz para ambos, y se amargó aún más cuando un hijo de Julia murió cinco años más tarde.

Tiberio se exilió voluntariamente, dejando a Julia sola en Roma, donde empezaron a circular rumores de que llevaba una vida promiscua.

Su adulterio era conocido por todos, pero se volvió peligroso políticamente cuando tuvo un affaire con un hombre llamado Julo Antonio.

Era hijo de Marco Antonio, aquel que fue amante de Cleopatra y se suicidó arrojándose sobre su espada tras aceptar que le sería imposible hacerle frente a la invasión de Egipto por las legiones lideradas nada menos que por el padre de Julia, el ahora emperador.

La enemistad de las dos familias no se había aquietado, así que Augusto tuvo que tomar cartas en el asunto.

Tras amenazarla de muerte por adulterio y traición, la desterró a Pandataria, donde no había hombres y las condiciones de vida eran incómodas.

A pesar de que Julia tenía prohibido disfrutar de lujos, incluyendo tomar vino, Augusto mandó a edificar una villa con piscinas y un teatro, en el punto más alto de la isla de menos de dos kilómetros cuadrados.

Además, se construyó un puerto, tanques y un estanque de peces para asegurar un suministro constante de agua dulce y pescado fresco.

Julia permaneció dos años en ese exilio hasta que en el año 4 AC fue trasladada a la ciudad puerto Regio de Calabria.

Falleció 10 años más tarde, poco después de la muerte de su padre, por las acciones de su esposo Tiberio, quien sucedió a Augusto como emperador del Imperio romano.

No está claro cuáles fueron esas acciones -algunos relatos hablan de que retuvo su dinero, otros que la apresó-, pero todos señalan que murió débil y desesperada.

La hija
Agripina la Mayor, hija de Julia y su segundo esposo, Marco Agripa -importante general, político y amigo íntimo del emperador Augusto-, también fue exiliada a Pandataria como su madre.

Agripina fue una figura importante en las luchas de sucesión en la última parte del reinado de Tiberio.

Era la esposa de Germánico César, sobrino-nieto de Augusto por adopción y sobrino e hijo adoptivo de Tiberio, y dio a luz a nueve hijos, de los cuales seis llegaron a la edad adulta.

En Alemania, Agripina y Germánico se hicieron famosos y populares debido a sus actos de valor, lo que despertó la envidia del emperador Tiberio.

Un viaje posterior a las provincias orientales de la pareja atizó los oscuros sentimientos y sospechas de Tiberio, quien le temía al poder que pudiera amasar Germánico, particularmente tras un exitoso paso por Egipto, en el que le abrió los graneros imperiales al pueblo necesitado.

Cuando Agripina y Germánico regresaron a Siria, éste último cayó enfermo y murió. Todo apuntaba a que unos amigos de Tiberio lo habían envenenado.

Agripina no dudó en acusar a Tiberio a su regreso a Roma, así como lo hicieron muchos romanos, que adoraban a Germánico y lo consideraban heredero al trono.

La enemistad se cimentó.

Cuando tres años más tarde el hijo de Tiberio, Druso el menor, murió, fueron los de Agripina y Germánico los que quedaron en línea directa para la sucesión.

Tras una campaña de acoso contra Agripina, Tiberio logró acusarla de traición y enviarla al exilio.

En el año 29 DC, Agripina fue desterrada a Pandataria, donde murió cuatro años más tarde por inanición.

Se sospechó que Tiberio había ordenado su muerte.

La sobrevivieron un hijo y tres hijas.

Al final, Tiberio no pudo impedir que su sucesor fuera ese hijo: Calígula.

No obstante, una de sus hijas correría con la misma suerte que ella y su madre.

La nieta
Julia Livila era la hija menor de Agripina y Germánico.

Así como sus hermanas mayores, Julia Drusila y Agripina la Menor, durante los primeros años del reino de su hermano Calígula, gozó de honores y privilegios, aunque en realidad las tres estaban bajo el control de su hermano.

Historiadores de la época señalaban que Calígula las prostituía y hasta se llegó a decir que tenía relaciones incestuosas con ellas, algo difícil de confirmar.

No obstante, en el año 39, Agripina la Menor y Julia Livina estuvieron involucradas en una conspiración fallida para derrocar a Calígula y poner en su lugar al viudo de Julia Drusila.

Las dos hermanas fueron exiliadas a las islas Ponza, el archipiélago del que forma parte Pandataria.

Julia Livina regresaría a Roma tras el asesinato de Calígula en el año 41, rescatada del exilio por su tío paterno, el ahora emperador Claudio.

Pero a la tercera esposa de su tío, la influyente Mesalina, no le cayó en gracia el cariño de su esposo hacia su sobrina y con intrigas logró que el mismo Claudio la acusara de adulterio con el filósofo, político, orador y escritor romano Séneca.

El cargo era altamente improbable, pero Séneca era considerado como potencial enemigo político del flamante emperador, así que inventarle una relación con la ya indeseable Julia Livina fue un plan maestro.

Séneca vivió en el exilio en Córcega durante ocho años.

A la nieta de Julia la Mayor e hija de Agripina la Mayor, la enviaron a Pandataria.

Unos meses más tarde, su tío ordenó su ejecución, aparentemente por inanición, sin defensa y por cargos no sustentados.

Toda una tradición
La esposa, hija y nieta del primer emperador del Imperio romano no fueron las únicas visitantes obligadas a Pandataria; hubo varias más.

De hecho, el hijo de Agripina la Menor, Nerón, inventó un cargo de adulterio contra su esposa Octavia, hija del emperador Claudio, y la exilió a Pandataria para poderse casar con Popea Sabina.

Los romanos protestaron tanto contra el destierro de Octavia que Nerón tuvo que decidir entre volverse a casar con ella u ordenar su ejecución.

Unos días después, Octavia fue atada y sus venas fueron abiertas en un ritual de suicidio romano tradicional. También fue sofocada en un baño de vapor extremadamente caliente.

Finalmente, le cortaron la cabeza y se la enviaron a Popea.