Con el mercado abierto, tomar decisiones equivale a exponernos a emociones que nos condicionarán psicológicamente y que nos llevarán a distorsionar nuestra operativa habitual.

Esto es así porque cuando operamos en tiempo real, nuestra propia mente nos hace ver cosas que luego no son tan graves como parecían. Inclusive, lo que percibimos como una tragedia en un momento, al final del día nos puede resultar hasta poco trascendente.

Por eso, los grandes operadores de bolsa esperan a que el mercado cierre para hacer operar, ya que, de esta manera, se mantienen alejados de acontecimientos o noticias que les impidan pensar de forma objetiva.

Los inversores que ganan tratan de evitar caer en la dinámica de cambiar de decisión cada minuto porque saben que lo más probable es que acaben equivocándose.

Una correcta selección de los valores es la base de una estrategia de inversión ganadora, y es muy difícil realizarla si estamos rodeados de todo el «ruido» bursátil que se produce cuando el mercado está abierto.

Este ruido nos altera, y hace aflorar emociones muy diversas, que pueden ir de un extremo al otro: del miedo o la rabia a la euforia o a un exagerado optimismo.

Por el contrario, cuando el mercado está cerrado, nuestra perspectiva es más global, podemos tomar distancia y completar nuestro plan con anterioridad a que las bolsas vuelvan a abrir.

Para el inversor en bolsa que sigue un método de inversión simple y lógico, cambiar las posiciones constantemente resulta del todo desfavorable y aumenta sus posibilidades de acabar con cifras negativas.

En conclusión, no realices operaciones con el mercado abierto. Más bien, espera a que los mercados cierren para realizar una correcta selección de valores o para decidir los próximos movimientos en tu cartera de inversión.