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Jose Delgado
07-07-2019, 05:17 PM
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Durante 26 años Omar Hassan Ahmad Al Bashir hizo y deshizo a su antojo en Sudán. No sólo fue su amo y señor, sino algo más. Aterrador. Fue el verdugo de un genocidio racial que se cobró la vida de alrededor de 400 mil personas. Se convirtió en una de las mayores pesadillas africanas de la historia con un oscuro récord: fue el primer mandatario por quien la Corte Penal Internacional pidió captura por sus crímenes contra la Humanidad en Darfur estando aún en funciones.

Cuando ocurrió esto en marzo de 2009 el reflejo del autócrata fue expulsar a organizaciones no gubernamentales que hacían llegar ayuda humanitaria al país. ¿Fuente de inspiración de Nicolás Maduro en Venezuela? Desde entonces la crisis se agudizó hasta alcanzar niveles dramáticos. Millones de sudaneses se vieron desplazados. A pesar de ello, Al Bashir se sostenía en lo más alto del poder.

"Como Fiscal de la Corte Penal Internacional tuve que investigar los crímenes cometidos en Darfur y después de revisar nuestra evidencia la Corte Penal Internacional libró órdenes de arresto contra él por genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra", dijo Infobae Luis Moreno Ocampo, quien dirigió la causa contra el sudanés.

Pero Al Bashir no resistió en soledad. Para ello recibió la inestimable asistencia de su socio circunstancial: Vladimir Putin. El máximo jerarca le ofreció su respaldo de todo tipo, sobre todo en la arena internacional, donde más debilitado se encontraba el genocida. Fue tal el "compromiso" que hasta le facilitó los servicios de una compañía –M-Invest, con sede en San Petersburgo– con íntima relación con el Kremlin para distribuir fake news que pudieran dispersar las manifestaciones -cada vez más violentas- que jaqueaban al régimen sudanés y para asesorarlo en materia política y represiva.

Pero ese fue sólo un servicio. El país se vio "invadido" por empresas rusas que llevaban a sus propios ejércitos de contratistas para protegerlas de las amenazas externas. Sobre todo, compañías dedicadas a la minería y la extracción subterránea, de acuerdo a un informe publicado por CNN. La oligarquía amiga de Moscú recogió sus beneficios. El gobierno -claro está- también y podría instalar una base militar estratégica en el Mar Rojo.

Fue tal el vínculo entre el petersburgués y Al-Bashir que éste último fue el primer líder musulmán en visitar a Bashar Al Assad desde el estallido de la guerra civil en Siria en 2011. El vuelo entre Jartum y Damasco se realizó en diciembre último, cuando aún el déspota sudanés resistía. El avión que unió ambas capitales no era oficial, sino ruso: fue provisto por M-Invest, la firma de los múltiples servicios.

Sin embargo, en abril de 2019 finalmente cayó. Fue depuesto por sus propios militares quienes le dieron la espalda. Los uniformados no transpiraban agua bendita, pero vieron en la salida del veterano tirano una posibilidad de restituir el orden en la nación africana. Y, fundamentalmente, su tranquilidad. Ningún actor extranjero se preocupó por impedirlo. Hoy está detenido. El abandono fue total. Ni refugio ofreció su antiguo socio. Ya había recogido suficiente y sentado bases sólidas más allá del veterano dictador. Recién en las últimas horas del viernes militares y civiles sudaneses alcanzaron un acuerdo de alternancia en el poder.

Argelia, otro socio abandonado

Por 20 años Abdelaziz Buteflika regió Argelia a voluntad. Y Moscú jamás olvidó su vínculo con el déspota. Las fotos con Putin eran frecuentes. Y en los últimos tiempos el país africano fue de gran auxilio en la guerra civil siria. El gobierno de Argel se volvió el principal comprador de armamento militar ruso en África -aviones cazas, submarinos, misiles anti tanques y helicópteros de combate- y uno de los mayores adquirientes de materia prima agrícola del gigante. Contratos que se cuentan por miles de millones de dólares a lo largo de unos pocos años.

En marzo pasado Buteflika envió a la capital amiga a su canciller Ramtane Lamamra, a visitar a su par Sergéi Lavrov. Necesitaba un respirador ante las crecientes manifestaciones en su contra por presentarse a un quinto intento de mandato presidencial. "Rusia y Argelia abogan firmemente por la no injerencia en los asuntos internos de otros países, creen en la prioridad del diálogo, en la vía pacífica y diplomática para resolver todas las situaciones de conflicto. Quisiera asegurar que lo que ahora sucede en Argelia es un asunto familiar e interno", señaló el ministro local. Es el discurso que el Kremlin emite cada vez que tiene que cuidar de un déspota allegado. Lo hizo en Sudán; lo hizo en Siria; lo hace -por el momento- en Venezuela.

Tiempo después, sus protegidos colapsan. Irremediablemente.

Con el dominio que se le escurría, el argelino de 82 años incluso ensayó distracciones para ganar tiempo. Convocó a la oposición, le prometió lo usual, una transición ordenada y participación en un gobierno futuro. El militar, en tanto, ordenaba aplastar las protestas que se multiplicaban en todo el país. Un mes después de la promesa de protección rusa, el 2 de abril último, Buteflika cayó. A no preocuparse: los negocios entre ambos estados perpetuarán.

El caos, también. Este viernes se cumplieron 20 marchas ininterrumpidas en las calles de la principal ciudad. La encabezan sobre todo los jóvenes quienes reclaman un cambio radical en la administración, aún bajo el manto del anciano dictador. Las elecciones libres están más cerca, dicen, pero el temor continúa.

Siria, casi propia

En septiembre de 2015 Putin ordenó bombardeos sobre ciudades dominadas por los rebeldes sirios. Eran aquellos que ponían en riesgo la autoridad de Bashar Al-Assad, el heredero de la dinastía que se eterniza en lo más alto de la cadena de mando de la nación desde 1971 cuando su padre Hafez -muerto en 2000- comenzó a comandar.

Los vínculos entre Rusia y Siria datan de los tiempos de la Unión Soviética. La asistencia al país árabe fue permanente y la alianza perdurable en el tiempo. Hafez tejió relaciones que le sirvieron a su hijo, décadas después, para aplastar los focos de conflicto en su país. Las víctimas de la guerra civil iniciada en 2011 se cuentan por cientos de miles.

Pero, otra vez, la presencia de los soldados rusos no fue gratuita. El Kremlin logró importantes acuerdos. Empresas nacionales podrán explorar en busca de petróleo y gas en territorio sirio durante los 25 años venideros. Ganancias plenas. El precio de la sangre de los compatriotas de Al-Assad. La obsesión de Moscú por los recursos naturales se repite una vez más. Pero no sólo eso. Hagiógrafos al servicio del ex agente de la KGB redactaron lo que será la nueva constitución siria. El opresor pudo dictar apenas unas pocas y tímidas líneas para simular autoridad.

Además, los beneficios del apego le generaron al imperio la posibilidad de tener su salida al Mar Mediterráneo asegurada por los próximos 49 años. Será en el puerto de Tartus. Al hacerse el anuncio nadie supo si el viceprimer ministro Yuri Borisov ironizaba: "Espero que en primer lugar beneficie a la economía siria", dijo.

No obstante, el arquitecto del desastre sirio está desnudo en su propia tierra. Luego de masacrar a su propio pueblo no puede confiar totalmente en sus aliados por conveniencia. Es que cuando más necesitó de su ayuda los militares que se suponían lo protegerían, le dieron la espalda. Fue en abril de 2018 cuando los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido bombardearon puntos estratégicos para Damasco. No hubo escudo ruso alguno que los refugiara.

Ocurrió luego de que Al-Assad ordenara un ataque químico contra su propia población en la ciudad de Duma, en las afueras de la capital. En esa ocasión más de 70 civiles murieron, entre ellos niños, como consecuencia del barril bomba que lanzaron desde un helicóptero. La mayoría de las víctimas perecieron por asfixia. El brutal hecho horrorizó a Occidente. No así a sus socios.

Maduro, y la soledad irremediable

Maduro sabe que hoy el tiempo es su principal fuente de oxígeno. Y que depende mucho de la asistencia extranjera para subsistir en el Palacio de Miraflores. Oficiales del Ejército que están a las órdenes de Vladimir Padrino López sospechan que más temprano que tarde sus "amigos" de Moscú los abandonarán a su suerte. Repiquetea en sus cabezas las experiencias de Al-Assad, Buteflika y Bashir a quien Putin les prometió amistad infinita.

Pero Rusia -como quedó en evidencia en los otros tres países- sólo está interesado en sus recursos naturales. Una vez cobradas todas las deudas marchará con los bolsillos llenos. Sobre todo de aquellos productos brillantes que extrae de la Cuenca del Orinoco, donde están empresas bajo la lupa rusa y militares cubriéndole las espaldas. En esta riquísima área pueden encontrarse todo tipo de minerales: petróleo, gas, hierro, aluminio… pero sobre todo diamantes y oro. Mucho oro.

Es extraño el intercambio. Venezuela está inmersa en una gran crisis humanitaria pero los aviones que parten desde bases militares moscovitas no transportan ayuda. Ni alimentaria ni sanitaria. Sólo trasladan personal militar capacitado en tecnología y en custodia de sus intereses. Eso sí: los Antonov-124 retornan súper cargados a su hogar. Es la paga extraída de las entrañas de la tierra y que desangra el futuro del país.

Incluso, los analistas rusos dudan de la capacidad de Maduro para arreglárselas por sí. Saben a la perfección que depende de ellos y la inteligencia cubana para perpetuarse en el poder sobre la base del espionaje interno y la represión a su gente. ¿Cuándo será el momento en que lo abandonen a su suerte?

Otro punto preocupa al Kremlin: cómo será su relación con los demás países de la región si insiste en ayudar al dictador al que nadie -salvo marginales excepciones- quiere en América Latina. ¿Podría hacer negocios o entablar relaciones más fluidas con la Colombia de Iván Duque? ¿Y con el Brasil de Jair Bolsonaro, un mercado más atractivo aún? Estos países son quienes más apoyan a Juan Guaidó, el presidente encargado que reúne el reconocimiento de la mayoría de las naciones del mundo.

Rusia abandonará a Maduro. Cree que ya está preparada para trabajar con otros chavistas renovados y que reúnan consenso dentro del territorio y prometan una transición ordenada -y no sangrienta- hacia elecciones libres. El tiempo del usurpador de Miraflores está ahora, súbitamente, en su contra.