Arlette
04-11-2014, 03:16 PM
El Muro de Berlín fue uno de los símbolos más poderosos del siglo XX, pero también un objeto muy concreto formado por toneladas de hormigón. ¿A dónde fue a parar después de su caída hace ahora 25 años? La respuesta ofrece sorpresas y alguna polémica.
"Cuando se abrió el Muro, se planteó inmediatamente la pregunta de qué hacer con él", cuenta a la agencia DPA Anna Kaminsky, directora de la Fundación para la reflexión sobre la dictadura en la Alemania comunista (RDA) y autora del libro "El Muro de Berlín en el mundo".
Según la experta, el gobierno de la RDA recibió las primeras solicitudes para comprar trozos de Muro ya al día siguiente de su caída el 9 de noviembre de 1989. En una ironía histórica, la mayoría provenía de Estados Unidos.
"Se discutió si era lícito hacer negocio con algo que había costado vidas. Pero finalmente la RDA aceptó vender trozos de Muro y aliviar así sus finanzas. Para reducir la polémica, los ingresos se usaron en fines sociales, como el sistema de salud", cuenta Kaminsky.
Algunos fragmentos pintados se subastaron pronto por sumas cercanas a los 150.000 euros (185.000 dólares), un alivio inesperado para las maltrechas arcas de la RDA. Otros trozos de simple hormigón gris -la mayor parte del Muro- se reciclaron en construcción de calles o se vendieron molidos a otros países como material de obra.
Si bien la comercialización del Muro generó polémica, la decisión de borrarlo del paisaje urbano contó con un amplio consenso entre la población y los políticos. "Después de 28 años de división, todo el mundo quería volver rápido a la normalidad", explica Kaminsky.
La ecuación era perfecta: Berlín quería desprenderse del Muro y el resto del mundo estaba dispuesto a pagar por un trozo.
En cuestión de meses, de la gigante pared de 155 kilómetros de largo solo quedaban pocos metros en fragmentos aislados, los únicos que aún pueden verse en Berlín. Entre ellos la famosa "East Side Gallery" o el que bordea el sitio de recuerdo del Muro en la emblemática Bernauerstrasse.
Kaminsky siguió el rastro de las placas de Muro vendidas a interesados de todo el planeta o regaladas por el Senado de Berlín a ciudades amigas.
Su conclusión: en 146 lugares de más de 70 países hay 241 trozos del Muro de Berlín, en su mayoría expuestos como símbolo de la inhumanidad del régimen comunista o como homenaje a la lucha por la libertad y la democracia.
Su libro recoge fotos de los inesperados destinos del gran símbolo de la Guerra Fría: de Guatemala a Seúl, de Canberra a Ciudad del Cabo, en poder de museos, embajadas, monumentos, papas, presidentes de Estados Unidos o incluso deportistas como el velocista Usain Bolt, que llevó a Jamaica un fragmento con su retrato pintado que le regaló la ciudad Berlín.
Axel Klausmeier, director de la Fundación del Muro de Berlín, lo resume en una frase: "El Muro de Berlín es el único monumento presente en todos los continentes".
Y también en otros planetas, al menos de forma simbólica: algunas formaciones rocosas descubiertas en Marte por investigadores alemanes fueron bautizadas en honor al Muro con nombres alusivos como "Broken Wall", "Manifestación de los lunes" o "Reunificación".
La venta a otros países no fue el único negocio que inspiró el Muro. Los turistas que visitan Berlín siguen encontrando hoy en la mayoría de tiendas de souvenirs pequeños trozos que pueden comprar por cerca de 3 euros.
Buena parte proviene del almacén de Volker Pawlowski, un constructor de la RDA que tras la caída del Muro se hizo con numerosos fragmentos, los troceó y los coloreó. "No tengo idea de por qué la gente compra esto", admitió alguna vez en una entrevista con la revista "Der Spiegel".
Otros son de origen más dudoso. "Es imposible que todos sean auténticos", asegura Klausmeier. Según el experto, un análisis químico realizado a fragmentos vendidos a turistas mostró que el hormigón de algunos provenía por completo de la Alemania occidental.
No parece importarles a quienes vuelven a casa con un supuesto trocito de la pared que marcó la historia europea. A fin de cuentas, el Muro de Berlín sigue siendo, sobre todo, un símbolo.
"Cuando se abrió el Muro, se planteó inmediatamente la pregunta de qué hacer con él", cuenta a la agencia DPA Anna Kaminsky, directora de la Fundación para la reflexión sobre la dictadura en la Alemania comunista (RDA) y autora del libro "El Muro de Berlín en el mundo".
Según la experta, el gobierno de la RDA recibió las primeras solicitudes para comprar trozos de Muro ya al día siguiente de su caída el 9 de noviembre de 1989. En una ironía histórica, la mayoría provenía de Estados Unidos.
"Se discutió si era lícito hacer negocio con algo que había costado vidas. Pero finalmente la RDA aceptó vender trozos de Muro y aliviar así sus finanzas. Para reducir la polémica, los ingresos se usaron en fines sociales, como el sistema de salud", cuenta Kaminsky.
Algunos fragmentos pintados se subastaron pronto por sumas cercanas a los 150.000 euros (185.000 dólares), un alivio inesperado para las maltrechas arcas de la RDA. Otros trozos de simple hormigón gris -la mayor parte del Muro- se reciclaron en construcción de calles o se vendieron molidos a otros países como material de obra.
Si bien la comercialización del Muro generó polémica, la decisión de borrarlo del paisaje urbano contó con un amplio consenso entre la población y los políticos. "Después de 28 años de división, todo el mundo quería volver rápido a la normalidad", explica Kaminsky.
La ecuación era perfecta: Berlín quería desprenderse del Muro y el resto del mundo estaba dispuesto a pagar por un trozo.
En cuestión de meses, de la gigante pared de 155 kilómetros de largo solo quedaban pocos metros en fragmentos aislados, los únicos que aún pueden verse en Berlín. Entre ellos la famosa "East Side Gallery" o el que bordea el sitio de recuerdo del Muro en la emblemática Bernauerstrasse.
Kaminsky siguió el rastro de las placas de Muro vendidas a interesados de todo el planeta o regaladas por el Senado de Berlín a ciudades amigas.
Su conclusión: en 146 lugares de más de 70 países hay 241 trozos del Muro de Berlín, en su mayoría expuestos como símbolo de la inhumanidad del régimen comunista o como homenaje a la lucha por la libertad y la democracia.
Su libro recoge fotos de los inesperados destinos del gran símbolo de la Guerra Fría: de Guatemala a Seúl, de Canberra a Ciudad del Cabo, en poder de museos, embajadas, monumentos, papas, presidentes de Estados Unidos o incluso deportistas como el velocista Usain Bolt, que llevó a Jamaica un fragmento con su retrato pintado que le regaló la ciudad Berlín.
Axel Klausmeier, director de la Fundación del Muro de Berlín, lo resume en una frase: "El Muro de Berlín es el único monumento presente en todos los continentes".
Y también en otros planetas, al menos de forma simbólica: algunas formaciones rocosas descubiertas en Marte por investigadores alemanes fueron bautizadas en honor al Muro con nombres alusivos como "Broken Wall", "Manifestación de los lunes" o "Reunificación".
La venta a otros países no fue el único negocio que inspiró el Muro. Los turistas que visitan Berlín siguen encontrando hoy en la mayoría de tiendas de souvenirs pequeños trozos que pueden comprar por cerca de 3 euros.
Buena parte proviene del almacén de Volker Pawlowski, un constructor de la RDA que tras la caída del Muro se hizo con numerosos fragmentos, los troceó y los coloreó. "No tengo idea de por qué la gente compra esto", admitió alguna vez en una entrevista con la revista "Der Spiegel".
Otros son de origen más dudoso. "Es imposible que todos sean auténticos", asegura Klausmeier. Según el experto, un análisis químico realizado a fragmentos vendidos a turistas mostró que el hormigón de algunos provenía por completo de la Alemania occidental.
No parece importarles a quienes vuelven a casa con un supuesto trocito de la pared que marcó la historia europea. A fin de cuentas, el Muro de Berlín sigue siendo, sobre todo, un símbolo.