Arlette
10-08-2015, 06:32 PM
James Montier nunca decepciona y las leyes inmutables de inversión de James Montier son unas interesantes reflexiones para no perder nunca de vista. Durante muchos años fue un estratega de Société Générale y, en la actualidad, es uno de los responsables de asignación de activos de GMO (la gestora fundada en 1977 por Jeremy Grantham).
James Montier era conocido por su pesimismo estructural y por la lucidez argumental de sus análisis, lleno siempre de sentido común, perspectiva, profundidad y toma de postura.
Pues bien, ha bautizado como las Siete Leyes Inmutables de Inversión de James Montier los principios que, a su juicio, se encuentran detrás de numerosas historias de éxito en los mercados. Aunque, a priori, todas son igualmente importantes, lo cierto es que en su desarrollo se centra fundamentalmente en la primera, lo que debería servir como referencia de su importancia relativa.
1.- Exija siempre un margen de seguridad.
Mantén siempre un colchón de seguridad, es una forma elegante del autor de decir: ¡compra barato! En su opinión, en la actualidad escasean los activos financieros que ofrecen tal colchón.
2.-Esta vez nunca es diferente.
Cuando oigas lo contrario, no te dejes arrastras por los cantos de sirena y haz como Ulises: átate al mástil de tus convicciones y encuentra en la perspectiva histórica más amplia argumentos para desmontar las afirmaciones de quienes van camino del estrellato… o ¿de estrellarse?.
3.-Sé paciente y espera la gran oportunidad.
La paciencia es un activo escaso, especialmente desde que se obliga de rendir cuentas periódicas, fundamentalmente trimestrales. Hay pánico a la espera y propensión a actuar porque sí como justificación del propio trabajo. No hagas nada cuando no haya nada que hacer. Es momento de acumular caja para cuando el pánico o la euforia irracional te den entrada en el mercado.
4.-Ve contra el sentir generalizado del mercado.
Es la única manera de encontrar lo mejor en el mismo, el valor que te diferenciará frente a la masa. La búsqueda y materialización de valor pasa, generalmente, por comprar barato lo que otros venden y vender caro lo que otros compran. Como animales sociales estamos cómodos entre la multitud. ¡Sal de ella! No importa ser el raro, sino acertar.
5.- El riesgo es la pérdida permanente de capital, nunca un número teórico.
La obsesión por indicadores tipo desviación típica sirven para tomar distancia de una realidad mucho más cercana y objetiva: estamos hablando del potencial impacto económico negativo de las decisiones, fruto de la suma de tres factores: errores de valoración, errores de apreciación y errores de gestión de balance (sobrevenidos estos dos últimos).
6.-Desconfía del apalancamiento.
Es una bestia peligrosa que, si no sabes usarla, nunca va a convertir una mala inversión en buena pero que puede destrozar una idea oportuna y potencialmente rentable. Buena parte de la llamada innovación financiera son formas encubiertas de mayor rentabilidad ligada a más endeudamiento.
7.-Nunca inviertas en algo que no entiendas.
Puro sentido común. Si algo aparenta ser demasiado bueno como para ser verdad, probablemente… no lo sea. No olvides que estás en una industria en la que lo simple se hace complejo con el único fin de generar beneficios para los tiburones.
James Montier era conocido por su pesimismo estructural y por la lucidez argumental de sus análisis, lleno siempre de sentido común, perspectiva, profundidad y toma de postura.
Pues bien, ha bautizado como las Siete Leyes Inmutables de Inversión de James Montier los principios que, a su juicio, se encuentran detrás de numerosas historias de éxito en los mercados. Aunque, a priori, todas son igualmente importantes, lo cierto es que en su desarrollo se centra fundamentalmente en la primera, lo que debería servir como referencia de su importancia relativa.
1.- Exija siempre un margen de seguridad.
Mantén siempre un colchón de seguridad, es una forma elegante del autor de decir: ¡compra barato! En su opinión, en la actualidad escasean los activos financieros que ofrecen tal colchón.
2.-Esta vez nunca es diferente.
Cuando oigas lo contrario, no te dejes arrastras por los cantos de sirena y haz como Ulises: átate al mástil de tus convicciones y encuentra en la perspectiva histórica más amplia argumentos para desmontar las afirmaciones de quienes van camino del estrellato… o ¿de estrellarse?.
3.-Sé paciente y espera la gran oportunidad.
La paciencia es un activo escaso, especialmente desde que se obliga de rendir cuentas periódicas, fundamentalmente trimestrales. Hay pánico a la espera y propensión a actuar porque sí como justificación del propio trabajo. No hagas nada cuando no haya nada que hacer. Es momento de acumular caja para cuando el pánico o la euforia irracional te den entrada en el mercado.
4.-Ve contra el sentir generalizado del mercado.
Es la única manera de encontrar lo mejor en el mismo, el valor que te diferenciará frente a la masa. La búsqueda y materialización de valor pasa, generalmente, por comprar barato lo que otros venden y vender caro lo que otros compran. Como animales sociales estamos cómodos entre la multitud. ¡Sal de ella! No importa ser el raro, sino acertar.
5.- El riesgo es la pérdida permanente de capital, nunca un número teórico.
La obsesión por indicadores tipo desviación típica sirven para tomar distancia de una realidad mucho más cercana y objetiva: estamos hablando del potencial impacto económico negativo de las decisiones, fruto de la suma de tres factores: errores de valoración, errores de apreciación y errores de gestión de balance (sobrevenidos estos dos últimos).
6.-Desconfía del apalancamiento.
Es una bestia peligrosa que, si no sabes usarla, nunca va a convertir una mala inversión en buena pero que puede destrozar una idea oportuna y potencialmente rentable. Buena parte de la llamada innovación financiera son formas encubiertas de mayor rentabilidad ligada a más endeudamiento.
7.-Nunca inviertas en algo que no entiendas.
Puro sentido común. Si algo aparenta ser demasiado bueno como para ser verdad, probablemente… no lo sea. No olvides que estás en una industria en la que lo simple se hace complejo con el único fin de generar beneficios para los tiburones.