Arlette
09-06-2016, 06:47 PM
Desde la apertura económica de China hace más de tres décadas, la provincia sureña de Cantón (Guangdong) se ha convertido en la «fábrica global» donde se produce la mayoría de artículos que consumimos en nuestra vida cotidiana. Empezando por las baratijas que se venden en los «Todo a un euro» y acabando por teléfonos móviles y ordenadores, el sello «made in China» inunda el mundo gracias a su baratísima mano de obra.
Pero estos precios tan bajos han estigmatizado a unos productos que, con frecuencia, son de escaso valor añadido y baja calidad. Para acabar con este sambenito y de paso hacer frente a los crecientes costes laborales que ha traído la mejora del nivel de vida, las autoridades chinas están renovando la «fábrica global».
Tras la revolución que hace años supuso pasar de las manufacturas baratas a los aparatos electrónicos, donde numerosas marcas chinas ya compiten con las japonesas y surcoreanas, el siguiente paso es lanzarse a la alta tecnología. Así se aprecia en las empresas más punteras de Shenzhen, una megalópolis fronteriza con Hong Kong que simboliza el «milagro chino» porque no era más que un humilde pueblo de pescadores a finales de los 70.
Entre las principales empresas tecnológicas de Shenzhen destacan Huawei, que pugna por el liderazgo de las redes de telecomunicaciones con Ericsson y Nokia y es la tercera marca mundial de móviles, y la taiwanesa Foxconn, que fabrica para las mayores firmas electrónicas. Impulsadas por el dinamismo de estas empresas, que dedican partidas multimillonarias a la investigación y el desarrollo (I+D) y tienen legiones de ingenieros, en los últimos años han proliferado nuevas industrias que traen una revolución tecnológica.
El mejor ejemplo lo representa DJI, que copa el 70% del mercado mundial de drones. Fundada en 2006 por Frank Wang, un joven ingeniero salido de la universidad de Hong Kong, presume de que sus ventas han crecido más de cien veces entre 2011 y 2015. Según Bloomberg, su facturación superó los cien millones de euros en 2013. De todas maneras, su crecimiento ha sido fulgurante porque ha pasado en 10 años de 20 a 5.000 empleados y, a tenor de los expertos, su valor podría alcanzar los 7.000 millones de euros. Las previsiones son todavía mejores por la eclosión del mercado de drones, que doblará sus ventas en la próxima década hasta rebasar los 10.000 millones de euros. «Los drones tienen todo tipo de aplicaciones: agricultura, en las búsquedas y rescates, deporte, los medios, cine, sector inmobiliario, turismo, la observación de la naturaleza, arqueología, mapas y educación», explica Kevin On, un portavoz de DJI, durante una visita de periodistas.
Robots camareros
Buena prueba de ello es que en Makerspace, un vivero de empresas de Shenzhen, dos tercios de sus proyectos son de drones, mientras que el resto se lo reparten aplicaciones para internet, programas educativos, robots e inteligencia artificial. Con un fondo privado y público que empezó en 2014 con 20 millones de yuanes (2,7 millones de euros), dicho vivero está financiando medio centenar de proyectos de jóvenes ingenieros salidos de 57 universidades chinas
Dentro de esta renovación tecnológica, los robots también están cada vez más presentes en la «fábrica global», tanto en sus cadenas de montaje como en su producción. En la vecina ciudad de Foshan, la empresa Jiateng ha vendido en los últimos diez años 5.000 robots, desde vehículos de transporte hasta «camareros artificiales» para los restaurantes.
Pero estos precios tan bajos han estigmatizado a unos productos que, con frecuencia, son de escaso valor añadido y baja calidad. Para acabar con este sambenito y de paso hacer frente a los crecientes costes laborales que ha traído la mejora del nivel de vida, las autoridades chinas están renovando la «fábrica global».
Tras la revolución que hace años supuso pasar de las manufacturas baratas a los aparatos electrónicos, donde numerosas marcas chinas ya compiten con las japonesas y surcoreanas, el siguiente paso es lanzarse a la alta tecnología. Así se aprecia en las empresas más punteras de Shenzhen, una megalópolis fronteriza con Hong Kong que simboliza el «milagro chino» porque no era más que un humilde pueblo de pescadores a finales de los 70.
Entre las principales empresas tecnológicas de Shenzhen destacan Huawei, que pugna por el liderazgo de las redes de telecomunicaciones con Ericsson y Nokia y es la tercera marca mundial de móviles, y la taiwanesa Foxconn, que fabrica para las mayores firmas electrónicas. Impulsadas por el dinamismo de estas empresas, que dedican partidas multimillonarias a la investigación y el desarrollo (I+D) y tienen legiones de ingenieros, en los últimos años han proliferado nuevas industrias que traen una revolución tecnológica.
El mejor ejemplo lo representa DJI, que copa el 70% del mercado mundial de drones. Fundada en 2006 por Frank Wang, un joven ingeniero salido de la universidad de Hong Kong, presume de que sus ventas han crecido más de cien veces entre 2011 y 2015. Según Bloomberg, su facturación superó los cien millones de euros en 2013. De todas maneras, su crecimiento ha sido fulgurante porque ha pasado en 10 años de 20 a 5.000 empleados y, a tenor de los expertos, su valor podría alcanzar los 7.000 millones de euros. Las previsiones son todavía mejores por la eclosión del mercado de drones, que doblará sus ventas en la próxima década hasta rebasar los 10.000 millones de euros. «Los drones tienen todo tipo de aplicaciones: agricultura, en las búsquedas y rescates, deporte, los medios, cine, sector inmobiliario, turismo, la observación de la naturaleza, arqueología, mapas y educación», explica Kevin On, un portavoz de DJI, durante una visita de periodistas.
Robots camareros
Buena prueba de ello es que en Makerspace, un vivero de empresas de Shenzhen, dos tercios de sus proyectos son de drones, mientras que el resto se lo reparten aplicaciones para internet, programas educativos, robots e inteligencia artificial. Con un fondo privado y público que empezó en 2014 con 20 millones de yuanes (2,7 millones de euros), dicho vivero está financiando medio centenar de proyectos de jóvenes ingenieros salidos de 57 universidades chinas
Dentro de esta renovación tecnológica, los robots también están cada vez más presentes en la «fábrica global», tanto en sus cadenas de montaje como en su producción. En la vecina ciudad de Foshan, la empresa Jiateng ha vendido en los últimos diez años 5.000 robots, desde vehículos de transporte hasta «camareros artificiales» para los restaurantes.