Arlette
18-05-2017, 09:40 PM
Cuando científicos en Nueva Zelanda perforaron en las profundidades de una falla, hicieron un descubrimiento que, dicen, pudiera proveer una importante fuente de energía para el país.
Los científicos descubrieron que el agua en la Falla Alpina era mucho más caliente de lo que esperaban, y eso pudiera aprovecharse para generar electricidad o proveer calefacción directa en industrias como las granjas lecheras.
El descubrimiento es sorprendente porque la energía geotérmica generalmente es asociada con la actividad volcánica, pero no hay volcanes en el lugar donde se realizaron las perforaciones. Debido a que la falla se extiende por cientos de kilómetros, como una columna dorsal por Nueva Zelanda, la fuente de energía podría ser enorme.
Sin embargo, este hallazgo podría ser el preludio de un sismo en la región sur de Nueva Zelanda. "Este proyecto forma parte de una serie de perforaciones que se hacen en zonas de falla para investigar las condiciones del subsuelo y entender cómo funcionan las fallas activas que generan grandes terremotos", explicó María José Jurado Rodríguez, investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (ICTJA, en declaraciones a El Mundo.
El estudio, encabezado por Rupert Sutherland, profesor de la Universidad de Wellington, fue publicado el jueves por la revista Nature. En este se recogen datos de sondeos realizados en la zona a 900 metros de profundidad, aporta muestras útiles para predecir una catástrofe sísmica en esta región.
Sutherland dijo que la intención del estudio, cerca del popular destino turístico del Glaciar Franz Josef, era recolectar rocas e instalar equipo de monitoreo y no medir las temperaturas del agua, pero los estudiosos expresaron su entusiasmo por el descubrimiento.
"Económicamente, pudiera ser muy significativo para Nueva Zelanda”, le dijo Sutherland a The Associated Press en una entrevista. “Es un paradigma totalmente nuevo”.
En el estudio, los científicos creen que dos acciones están creando el agua caliente.
Primero, dicen, terremotos previos han elevado rocas calientes de las profundidades de la Tierra a las montañas a lo largo de la falla.
Segundo, los temblores han quebrado las rocas, lo que ha permitido que el agua de lluvia y la nieve derretida se muevan por el interior caliente de las montañas, que concentra el calor bajo los valles.
Sutherland dijo que el agua en la falla alcanzó 100 Celsius (212 Fahrenheit) a una profundidad de 630 metros (2.100 pies). El agua usualmente se hace cada vez más caliente con la profundidad, pero bajo circunstancias normales no alcanza esa temperatura hasta unos 3 kilómetros (2 millas) bajo tierra.
Cien grados Celsius es el punto de ebullición del agua en la superficie terrestre, aunque el agua no hierve bajo tierra porque está bajo presión, como en una olla de presión.
La Falla Alpine es una de las más activas del mundo. Usualmente crea terremotos grandes una vez cada 300 años y sismólogos piensan que existe un tercio de probabilidades de se active de nuevo en las próximas décadas. El sismo resultante pudiera devastar varios pueblos alcanzando la magnitud 8 en Nueva Zelanda, aunque la falla no está cerca de ninguna ciudad grande.
Los científicos descubrieron que el agua en la Falla Alpina era mucho más caliente de lo que esperaban, y eso pudiera aprovecharse para generar electricidad o proveer calefacción directa en industrias como las granjas lecheras.
El descubrimiento es sorprendente porque la energía geotérmica generalmente es asociada con la actividad volcánica, pero no hay volcanes en el lugar donde se realizaron las perforaciones. Debido a que la falla se extiende por cientos de kilómetros, como una columna dorsal por Nueva Zelanda, la fuente de energía podría ser enorme.
Sin embargo, este hallazgo podría ser el preludio de un sismo en la región sur de Nueva Zelanda. "Este proyecto forma parte de una serie de perforaciones que se hacen en zonas de falla para investigar las condiciones del subsuelo y entender cómo funcionan las fallas activas que generan grandes terremotos", explicó María José Jurado Rodríguez, investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (ICTJA, en declaraciones a El Mundo.
El estudio, encabezado por Rupert Sutherland, profesor de la Universidad de Wellington, fue publicado el jueves por la revista Nature. En este se recogen datos de sondeos realizados en la zona a 900 metros de profundidad, aporta muestras útiles para predecir una catástrofe sísmica en esta región.
Sutherland dijo que la intención del estudio, cerca del popular destino turístico del Glaciar Franz Josef, era recolectar rocas e instalar equipo de monitoreo y no medir las temperaturas del agua, pero los estudiosos expresaron su entusiasmo por el descubrimiento.
"Económicamente, pudiera ser muy significativo para Nueva Zelanda”, le dijo Sutherland a The Associated Press en una entrevista. “Es un paradigma totalmente nuevo”.
En el estudio, los científicos creen que dos acciones están creando el agua caliente.
Primero, dicen, terremotos previos han elevado rocas calientes de las profundidades de la Tierra a las montañas a lo largo de la falla.
Segundo, los temblores han quebrado las rocas, lo que ha permitido que el agua de lluvia y la nieve derretida se muevan por el interior caliente de las montañas, que concentra el calor bajo los valles.
Sutherland dijo que el agua en la falla alcanzó 100 Celsius (212 Fahrenheit) a una profundidad de 630 metros (2.100 pies). El agua usualmente se hace cada vez más caliente con la profundidad, pero bajo circunstancias normales no alcanza esa temperatura hasta unos 3 kilómetros (2 millas) bajo tierra.
Cien grados Celsius es el punto de ebullición del agua en la superficie terrestre, aunque el agua no hierve bajo tierra porque está bajo presión, como en una olla de presión.
La Falla Alpine es una de las más activas del mundo. Usualmente crea terremotos grandes una vez cada 300 años y sismólogos piensan que existe un tercio de probabilidades de se active de nuevo en las próximas décadas. El sismo resultante pudiera devastar varios pueblos alcanzando la magnitud 8 en Nueva Zelanda, aunque la falla no está cerca de ninguna ciudad grande.