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La falta de transparencia sobre las cifras de crecimiento real en China, la creciente deuda que acumulan las empresas, gobiernos regionales y el sistema bancario en la sombra, y la incertidumbre sobre la capacidad de sus líderes para lograr una desaceleración suave de su economía en vez de un colapso, seguirán nublando el horizonte de la economía china
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Sin embargo, parece existir un consenso en que, aunque los retos a los que se enfrenta la economía china son enormes, lo más seguro es que las autoridades evitarán un descalabro económico que, sin duda, generaría una crisis económica global.
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En Europa, no se puede olvidar Grecia, epicentro de los riesgos para la zona euro desde 2009. Afortunadamente, tras el turbulento verano de 2015, cuando el país estuvo a punto de abandonar el euro, la situación macroeconómica parece haberse estabilizado
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Aunque la crisis social continúa y el país sigue en recesión, el gobierno ha cumplido sus compromisos con las instituciones europeas y, por tanto, sigue teniendo acceso a los fondos que le permiten evitar un impago. Por el momento, el temido escenario del Grexit ha sido descartado.
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El nuevo foco de riesgo en la UE es Reino Unido. La principal preocupación para el resto del año, y cuyas consecuencias son más difíciles de vislumbrar, es el Brexit. El resultado del referéndum británico no fue el esperado por los mercados ni por Bruselas, por lo que no había planes de contingencia. Es cierto que aún no se ha iniciado el procedimiento de “divorcio”, y que tampoco se sabe cómo será el nuevo encaje de Reino Unido en sus relaciones con la Unión. No obstante, por una parte, el daño está hecho y la incertidumbre y deslegitimación hacia Reino Unido y la Unión es irremediable. Pero, por otra, hay en el ambiente una sensación de que ni Europa ni Reino Unido permitirán que se produzca una crisis tan profunda como la vivida hace casi una década en el continente y de la que todavía no se ha salido.
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Otro elemento de riesgo es el impacto que la caída del precio del petróleo podía tener en las economías exportadoras de productos básicos, dependientes de estos productos para su estabilidad fiscal. El problema afecta especialmente a algunos países de América del Sur, pero también a Rusia y empresas occidentales que han invertido en estos sectores en las economías emergentes, anticipando precios altos durante los próximos años
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En todo caso, y más allá de la durísima recesión que atraviesa Brasil, los precios de las materias primas parecen haberse estabilizado. También es importante recordar que, en principio, la bajada del precio del petróleo es positiva para el crecimiento de los países importadores como EE UU, Japón o las potencias europeas.
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El último factor económico de incertidumbre es cómo van a reaccionar los mercados (bursátiles, de bonos y cambiarios) ante la subida de los tipos de interés en EE UU; mientras el Banco Central Europeo, el Banco de Japón y el Banco Central Chino mantienen políticas monetarias expansivas, en algunos casos de expansión cuantitativa. Esto generaría bruscas salidas de capital de algunas economías emergentes (sobre todo si acumulan desequilibrios externos y han sufrido burbujas en los mercados de activos en los últimos años) y depreciación de sus monedas, lo que conllevaría problemas para afrontar la deuda de aquellos países (y sobre todo empresas) que se hayan endeudado en dólares. Si se producen movimientos cambiarios bruscos (de apreciación del dólar contra las demás monedas y de aumento de la volatilidad), se sucederían episodios de “guerra de divisas”, en los que las distintas potencias se recriminen mutuamente que sus políticas monetarias buscan empobrecer al vecino, lo que desembocaría en tensiones proteccionistas
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la Reserva Federal estadounidense (Fed) ha ido aplazando esta subida de tipos de interés debido a la situación en China y al Brexit, por lo que resultaría exagerado preocuparse de todos estos potenciales seísmos al mismo tiempo, ya que si China colapsa o el Brexit se contagia a Europa, parece razonable pensar que EE UU demoraría aún más su proceso de normalización monetaria.
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A estos riesgos económicos hay que añadir otros de carácter geopolítico. Los principales provienen de las tensiones en las antiguas repúblicas soviéticas como Ucrania, en Oriente Próximo y el norte de África, tanto vinculadas a la política expansionista rusa como a la evolución de la guerra civil en Siria y los ataques de Daesh, que también podrían aumentar el flujo de refugiados hacia Europa