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no es descartable una escalada de conflictos en el mar de China por su rivalidad con Japón. Por último, hay que señalar los riesgos provenientes tanto del terrorismo “clásico” como de los ciberataques, que han hecho de la ciberseguridad un campo del que tanto Estados como empresas deberán estar cada vez más pendientes.
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En resumen, la economía mundial está en transición y desaceleración, tiene importantes focos de riesgo, pero no es probable que estos se materialicen de forma abrupta generando una crisis sistémica. En todo caso, más allá de estos riesgos a corto plazo identificados para 2016 y 2017, la economía mundial tendrá que gestionar durante los próximos años una serie de retos más complejos
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El alto endeudamiento que atenaza a los países avanzados, la baja inflación, el envejecimiento y el bajo crecimiento de la productividad dibujan un complejo panorama de “estancamiento secular” que, de traducirse en bajos niveles de crecimiento, resultaría preocupante. Asimismo, el problema del cambio climático, la creciente rivalidad por los recursos, el riesgo de fragmentación del sistema comercial mundial en bloques enfrentados o la guerra de divisas, serán asuntos que los líderes de las principales potencias deberán abordar.
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El problema es la debilidad de la gobernanza global y la incapacidad para intervenir de forma efectiva, coordinada y eficiente en estas grandes cuestiones que han superado a los Estados-nación. Por tanto, probablemente el mayor riesgo económico y geopolítico a medio y largo plazo no sea ninguno de estos problemas candentes, sino el hecho de no ser capaces de crear nuevos acuerdos internacionales para afrontar los retos globales
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Que la bolsa es un camino lleno de peligros es algo que cualquier inversor con años de experiencia a sus espaldas no dudará en acreditar. La palabra incertidumbre es una constante en el mercado y siempre hay que estar preparado para navegar en aguas revueltas. Porque llegará la tormenta, antes o después. Desde la crisis de deuda europea en 2011, los peligros han sido constantes y con orígenes muy distintos.
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Es cierto que entre el verano de 2012 y el de 2014 las bolsas europeas se comportaron bien, y el único gran bache fue el que desencadenó la Reserva Federal (Fed) en el mercado de bonos al anunciar que empezaba a desmantelar su programa de estímulos. Fue el llamado taper tantrum del año 2013, caracterizado por un fuerte desplome en los precios de los títulos de deuda. Tras él, el siguiente gran susto para el mercado llegó por la parte de las materias primas. El petróleo fue el principal representante: terminó el superciclo de subidas de estos activos en 2013, y en verano de 2014 la sobreproducción de crudo generó caídas de precio superiores al 75 por ciento en apenas 18 meses. Estados Unidos había inundado de petróleo el mercado, una situación con la que los grandes productores siguen lidiando hoy en día.
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El miedo a impagos en la industria y a que el petróleo barato pudiese generar una recesión afectó a las bolsas, una situación a la que se sumó China a mediados de 2015: devaluó el yuan por sorpresa durante el verano, intentando dar un empujón a su crecimiento económico, que en los últimos años ha perdido fuelle y ahora avanza a un ritmo inferior al 7 por ciento.
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La devaluación aumentó el temor a que los fabricantes de todo el mundo tuviesen que bajar precios para competir, a lo que también contribuían las materias primas baratas, una espiral bajista que generó fuertes caídas en las bolsas europeas entre 2015 y 2016 -el EuroStoxx llegó a perder un 27 por ciento desde agosto de 2015 hasta febrero del siguiente año
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Con el tiempo estos miedos empezaron a disiparse, gracias en parte a los esfuerzos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por aumentar los precios del crudo -el barril Brent pasó de 28 dólares a superar los 50 dólares entre enero de 2016 y junio de ese mismo año-, además de que muchos expertos empezaron a destacar la capacidad de China de gestionar la situación. También el Banco Central Europeo (BCE) puso su granito de arena con un programa de estímulos monetarios orientado a evitar caer en deflación, que todavía hoy sigue vigente
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Con todo, y como suele ser habitual, nuevas nubes aparecieron en el horizonte, en forma de riesgos políticos: el Brexit y Donald Trump han sido los dos últimos grandes problemas para las bolsas, pero de momento el mercado parece haber sido capaz de digerirlos: las bolsas estadounidenses cotizan en máximos históricos, mientras en Europa los principales índices están gozando de un año 2016 en el que, de forma general, se revalorizan más del 10 por ciento, después de que el populismo perdiese fuerza en las elecciones de Holanda y Francia