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El PIB retrocedió 2.8% en el 2015 y 0.2% en el 2016 a causa del desplome de los precios de los hidrocarburos, de los que la economía rusa es fuertemente dependiente, y de las sanciones occidentales al país a causa de la crisis ucraniana.
Este doble golpe provocó que los precios se dispararan y que el poder adquisitivo y el consumo de los hogares se hundiera, aunque este último sigue a la baja a pesar de los indicios de recuperación.
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El FMI, menos optimista
Después de que en el 2015 se dispararan espectacularmente, el alza de los precios se moderó claramente, lo que redujo la presión sobre el poder adquisitivo de los rusos. En la actualidad se encuentra por debajo del 4% anual, un nivel históricamente bajo para la Rusia postsoviética acorde con el objetivo del Banco Central.
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Este último comenzó a bajar los tipos, una medida muy esperada entre los círculos de empresarios, para abrir el grifo del crédito y apoyar la actividad económica.
El gobierno espera una aceleración progresiva de la recuperación a lo largo del año y un crecimiento de 2% para el 2017. El Fondo Monetario Internacional (FMI), menos optimista, prevé +1.4 por ciento.
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A largo plazo, el FMI y el gobierno apuntan que el potencial de crecimiento de Rusia, en torno a 1.5%, seguirá siendo mucho menor al registrado a principios de los años 2000 si no se toman medidas.
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A corto plazo, la economía rusa se beneficia del repunte de los precios del petróleo registrado desde que los principales países productores acordaron limitar la oferta mundial, a finales del 2016. Rusia y Arabia Saudí indicaron su disposición para prolongar el acuerdo hasta marzo del 2018, lo que tendrá que ser debatido.
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Mientras, Reino Unido se coloca a la cabeza con el 84 %, seguido de Países Bajos (83 %) y Alemania (81 %).
Además y según el barómetro, el 83 % de los españoles encuestados se muestra preocupado por el futuro de su empresa y un 57 % comprometido con ella y dispuesto a llevar a cabo acciones que mejoren el futuro de la misma, también por encima de la media europea, cuyo ratio es del 47 %.
Las ausencias tienen una duración similar a las de los empleados europeos: el 56 % es de corta duración y no sobrepasa la semana de trabajo; el 31 %, entre una y cuatro semanas, y el 12 % sobrepasa el mes.
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Según el barómetro, la tasa de los "siempre presentes" en España es mayor en los empleados con contrato indefinido (82 %) frente al 60 % de los trabajadores con contrato temporal.
Por lo general y según el estudio, el trabajador con contrato no indefinido tiene mayor dificultad en alcanzar el mismo nivel de compromiso y la misma relación con la empresa para la que trabaja que una persona con contrato fijo.
Las dos principales causas de los españoles para faltar al trabajo son su estado de salud (24 %) y la de sus familiares directos (15 %), seguido de cerca por la situación personal en el trabajo, el 13 %; insatisfacción ligada a la remuneración, el 7 % o mal ambiente en el entorno laboral, 5 %.