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el país había perdido muchos años inactivo internacionalmente. Para cuando pudo recuperarse, la OTAN y la Unión Europea habían atraído a buena parte de sus antiguos socios, e incluso exrepúblicas. Las fronteras de su rival continental estaban tocando su segundo anillo y amenazaban con sobrepasarlo en Ucrania y el Cáucaso. Moscú por tanto se vio ante la necesidad de reaccionar. Dando por perdidas las repúblicas bálticas, su objetivo ahora era asegurar los dos países al oeste, Bielorrusia y Ucrania; la zona caucásica, que ya demarcó con contundencia en su guerra con Georgia en 2008 y Asia Central, que aunque estaba en una “zona de nadie” geopolítica, la entonces presencia estadounidense en Afganistán hizo que Rusia se preocupase de estrechar las relaciones con los “tanes”.
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A partir de la segunda mitad de los años noventa del siglo pasado, las posiciones políticas en el entorno post-soviético comenzaron a definirse. Económicamente, y con la salvedad de Bielorrusia, casi todas habían realizado una transición de la economía planificada a la economía de mercado –que todavía hoy ninguna ha completado–; los regímenes políticos habían madurado lo suficiente, bien asentándose los líderes políticos que todavía hoy continúan vigentes en el cargo, caso de Lukashenko en Bielorrusia, los Aliyev en Azerbaiyán o los autócratas de Asia Central, o transitando hacia una imperfecta democracia representada en Rusia, Ucrania y los dos estados caucásicos más occidentales; además, los conflictos inmediatamente posteriores al derrumbe soviético –Cáucaso y Asia Central– se congelaron. Esto, en clave regional, imprimió cierta estabilidad a la zona y facilitó que Rusia, poder omnipresente desde entonces, encontrase mayor facilidad de interlocución política con sus vecinos.
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Con este escenario, se empezó a trabajar en una propuesta que el presidente kazajo Nazarbáyev había sugerido en 1994 como era la creación de una unión económica. Durante esa década se avanzó en compromisos y aproximaciones, construyendo los cimientos sobre los que se desarrollaría todo el entramado político-económico regional a lo largo del siglo XXI. Sería en el año 2000 cuando se fundase la Comunidad Económica Euroasiática (EurAsEC) por Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguizistán y Tay**istán, con la finalidad de promover la integración y concertar políticas comunes. A pesar del poco compromiso aparente, este sería el embrión de la organización actual y en gran medida el facilitador de los procesos de integración que ha vivido la región desde entonces.
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En los años sucesivos, las intenciones y metas de los miembros del EurAsEC se fueron definiendo. Ucrania, por ejemplo, que en 2003 parecía un claro miembro del espacio económico único que se preveía crear, pasó a miembro observador tras la agitación política de la Revolución Naranja de 2004 y el leve giro proeuropeo que comenzó a dar el país en aquellos años. En 2006 Uzbekistán se adheriría al proyecto, aunque en 2008 salió del mismo, ya que tradicionalmente ha sido poco favorable a iniciativas integradoras y desde la invasión de Afganistán por Estados Unidos en 2001 ha intentado un acercamiento a Occidente en detrimento de sus relaciones con Rusia, algo que no ha gustado a Moscú. Sin embargo, a pesar de la baja uzbeka, el resto de países continuaron su camino. De hecho, 2006 fue un año bastante prolífico para ellos. Rusia, Bielorrusia y Kazajistán acordaron la creación futura de una unión aduanera –el primer paso de un proceso de integración económica– mientras que Kirguizistán y Tay**istán se quedaban de momento al margen al no tener estructuras políticas y económicas resilientes para afrontar el camino de la supranacionalidad.
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Dicha unión aduanera llegó en junio de 2010, marcada por la parte más dura de la crisis económica y financiera global. A partir de aquí, y apoyándose en los organismos de la EurAsEC, una copia bastante conseguida de las entrañas de la Unión Europea, el proceso de integración se aceleró, facilitado en gran medida por no necesitar de más convergencias económicas y por encontrarse ya Moscú en situación de apadrinar con mayor firmeza el proyecto, teniendo Putin una gran sincronía con el bielorruso Lukashenko y el kazajo Nazarbáyev. Así, en 2012 comenzaron los trabajos y estudios de cara a implementar una unión económica que se compenetrase con la ya existente unión aduanera, que se tradujo a la realidad el 1 de enero de 2015, cuando la Unión Económica Euroasiática (UEE) entró en vigor, formada por Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y Armenia como miembros de pleno derecho mas Kirguizistán, cuya entrada se prevé para mayo de 2015.
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Políticamente, la creación de la Unión Económica Euroasiática es para Rusia una importante victoria a la vez que una decepcionante derrota. Victoria por haber liderado y conseguido realizar una unión económica en sólo cinco años, un tiempo bastante aceptable aunque con la ventaja de que sus únicos socios a integrar son tres países con un peso infinitamente menor. También se le puede considerar una victoria, más limitada no obstante, al hecho de haber atado con firmeza política y económica a los dos estados vitales en su proyección geoestratégica más inmediata. Sin embargo, esta limitación en cuanto al alcance geográfico de la UEE es también una derrota para Moscú al no haber conseguido, al menos de momento, hacer atractivo su proyecto para otros países que son potencialmente adheribles al bloque, como el estado uzbeko y tay**o además del caucásico Azerbaiyán y, por qué no, una prorrusa Moldavia.
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Para Juan Pablo Espinosa, uno de los problemas de este país es que apalancó el crecimiento con crédito, lo que hoy le está pasando factura. “Por ejemplo, el crédito total representa el 207 % del PIB, mientras que antes de la crisis del 2008 era de 130 % del PIB”.
Ante esta situación algunos ya hablan de una burbuja ??
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El Euro disminuyó frente al Dólar el lunes. El EUR/USD se negociaba a 1.1254, descendió un 0.23% mientras esto se escribía. El par probablemente encuentre apoyo en 1.1163,
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Y es que los países que podrían acabar integrando la UEE saben a lo que se exponen: la sumisión casi absoluta a los intereses de Moscú. Bielorrusia, Kazajistán y Armenia han sido los primeros; Minsk por mantener una relación casi vasallática con su hermano mayor, Astaná por el pragmatismo que ha permitido que Nazarbáyev lleve en el poder ininterrumpidamente desde la independencia del país en 1991 y Armenia por la protección que Rusia le brinda frente a Azerbaiyán en el conflicto congelado del Alto Karabaj. Aunque Rusia esté falta de canales políticos adecuados, su influencia sigue siendo considerable en la periferia, en gran medida gracias a los vestigios políticos soviéticos, la asimétrica dependencia económica y a las fuerzas de interposición repartidas durante los años noventa en todo el arco sur y occidental, caso de Transnistria, Georgia o las repúblicas de Asia Central. Con un toque de poder duro y la aceptación de las pequeñas repúblicas sucesoras de la URSS, las tropas rusas en el extranjero han sido una buena baza con la que mantener su hegemonía.
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El dólar se ha apartado de mínimos de siete meses con respecto a las demás monedas principales este lunes, mientras que la libra ha ganado posiciones ...