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Alarcón dijo que las perspectivas económicas para algunas de las naciones más pobres del mundo son especialmente preocupantes.
Según el reporte, la proyección promedio de crecimiento del PIB para muchos de los 48 países menos desarrollados fue revisada a la baja hasta un crecimiento de sólo 4,7% en 2017 y de 5,3% en 2018, cifras significativamente por debajo del objetivo de crecimiento anual de al menos 7% para erradicar la pobreza extrema en todo el mundo para 2030.
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La planificación financiera de una empresa debe tener en cuenta algunas proyecciones claves de la economía doméstica y global: cuánto crecerá el PBI, cómo se moverá el tipo de cambio, qué decisiones tomará el BCR sobre las tasas de interés, si se cumplirá o no la meta de inflación, entre otros.
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ualquier proyección, sin embargo, puede variar a lo largo del año debido a una serie de riesgos e incertidumbres. La economía peruana, por ejemplo, tendrá que enfrentar tres grandes incertidumbres relevantes que pueden afectar el devenir del 2017: (i) las disputas políticas internas que terminen afectando las confianzas de las empresas y los consumidores; (ii) el impacto de las políticas reactivadoras del gobierno; (ii) el escenario internacional. Concentrémonos, en la presenta entrega, en las incertidumbres internacionales.
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El 2016 ha sido un año donde la racionalidad económica fue derrotada en casi todos los campos relevantes del mundo. Basta mencionar las palabras brexit y Donald Trump para saber de qué estamos hablando. Respuestas similares se han venido dando en otras latitudes y se pronostica que esta tendencia se podría acentuar durante el 2017
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el populismo se ha erguido en todo su esplendor, ofreciendo soluciones simplistas a problemas económicos harto complejos y dependiendo de lo que se termine haciendo, el mundo puede sufrir más temprano que tarde. Uno de los grandes temas que la economía peruana deberá monitorear en este nuevo año son las decisiones que tomará el nuevo gobierno de los Estados Unidos
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Habrá que calibrar cómo el discurso del candidato Trump se traslada a acciones concretas como jefe de Estado. Sus decisiones, en un escenario extremo, podría derivar en una “guerra comercial”, proteccionismo y anti-inmigración, con efectos sobre los flujos comerciales, financieros, tipos de cambio y crecimiento económico de nuestro país que será difícil de ponderar
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están las acciones que tomará la Reserva Federal de Estados Unidos en el 2017. Sin duda, este elemento será otra de las claves en la economía del Perú. Luego de su última decisión, bastante esperada por el mercado, de incrementar en 25 puntos básicos la tasa de interés y llevarla a 0.75%, se ha dejado abierta la posibilidad de que la Fed realice otros tres incrementos adicionales a lo largo del año. El último incremento del 2016 generó movimientos en los mercados financieros bastante asumibles por la región
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Queda por ver si las reacciones serán igual el 2017. Por el momento la mayoría de proyecciones del tipo de cambio en Latinoamérica apuntan a un alza moderada. Las acciones de la Fed, más las decisiones de política por parte del gobierno americano, y la tendencia al alza de algunos commodities (como el petróleo) pueden derivar en un escenario de alto fortalecimiento del dólar que habrá que observar con cuidado.
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Finalmente, China será un elemento de cuidado como ya se hace usual. Su protagonismo, desde el punto de vista de riesgos, cada vez es mayor. Son muy conocidas sus vulnerabilidades, aunque algo menos sus verdaderas dimensiones por falta de data fiable: alto endeudamiento del sector corporativo, continua expansión de la banca en la sombra (no regulada), burbujas del mercado inmobiliario y, por supuesto, las dificultades internas para la toma de políticas económicas adecuadas y oportunas por parte del Partido Comunista –un elemento que ha pasado factura en eventos puntuales.
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Las estadísticas chinas señalan que estos riesgos están bajo control con su política monetaria estricta y restricciones de capital. No obstante, si sus estadísticas son un “cuento chino”, recomiendo ajustarse muy bien los cinturones de seguridad.
No quiero acabar este último post del 2016 sin desearles un feliz y exitoso 2017. Pero ya saben: disfruten, beban poco y a ponerse las pilas apenas puedan que este año viene movido.
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La decisión de las inmobiliarias de reforzar su enfoque en el desarrollo de proyectos para el NSE B en lugar del NSE C trae para las inmobiliarias mayores retos que sólo elegir los terrenos y diseñar el formato de los departamentos. La consolidación de esta tendencia implica adaptar la estrategia comercial, afrontar retos financieros por la menor dimensión de los proyectos y buscar perfiles de personal distintos.
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La migración hacia el NSE B se inició en el 2014 (SE 1471), luego de que la SBS endureció las condiciones de préstamos hipotecarios, lo que dificultó el acceso al crédito del NSE C. Esta tendencia se acentuó recientemente por dos factores: la continua caída en la demanda de viviendas y la reducción del precio tope ofrecido para el crédito MiVivienda, que también se dirige al NSE C
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Esto se refleja al comparar el número de proyectos en los segmentos de vivienda social —que abarca al NSE C— y vivienda residencial —dirigida a NSE más altos—. Ambos cayeron fuertemente hasta finales del 2016, pero el segmento residencial muestra un recuperación más pronunciada.El dato evidencia cómo en los últimos meses las inmobiliarias han virado sus inversiones hacia distritos más atractivos para el NSE B. “Esto también se da porque se prevé que el NSE C no va a despertar. Si fuera así puedes esperar o mantenerte, pero no es el caso”, dice Rodrigo Arróspide, exgerente de Inversiones del Grupo Centenario
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Para atender a este segmento en un contexto de desaceleración, las inmobiliarias han puesto el foco en zonas con condiciones más flexibles (menores áreas mínimas por departamento, menores estacionamientos requeridos, mayor altura permitida, etc). Tres distritos destacan por el incremento en su stock de proyectos, según Info Inmobiliaria.
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Barranco pasó de concentrar el 3% del stock de viviendas de Lima en el cuatro trimestre del 2016 a 5% en el primer trimestre del 2017. San Miguel pasó de 9% a 11% y Breña, de 7% a 8%. Estos distritos tienen mayor cantidad de población en NSE B que los distritos en las afueras de la ciudad, como Puente Piedra, Villa El Salvador y Carabayllo
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Los desarrolladores están migrando a zonas de tickets más altos. Hay mucho movimiento en Pueblo libre, Jesús María y Surquillo, que son segmentos de alrededor de S/.400,000 por vivienda”, dice Andrés Zubiate, gerente general de Arteco Inmobiliaria. Antes las desarrolladoras se enfocaban más en los conos, donde el ticket promedio es menor a S/.200,000.
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El interés de las inmobiliarias por Barranco responde al atractivo del distrito para un segmento joven y por el tamaño mínimo permitido de vivienda (40 m2). “El mercado de unidades de menor metraje está compuesto por personas de 25 a 45 años”, dice Antonio Espinosa, gerente general de Desarrolladora. Este interés, que despertó en el 2015 se ha traducido en que Barranco sea uno de lo distritos de mayor crecimiento de nuevas viviendas: al primer trimestre del 2017 habían 25 proyectos en Barranco de este tipo, según Info Inmobiliaria.
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El reenfoque del público objetivo implica cambios más allá del producto. El volumen de ventas “de un proyecto para el NSE C es dos o tres veces mayor que el de un proyecto para el NSE B. Con menos contratos y menor volumen de ventas, la estructura de la compañía tiene que ajustarse”, indica Arróspide. Así, una inmobiliaria que decide reenfocarse hacia el NSE B tendría que reducir su personal administrativo y back office para ser rentable
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Varias inmobiliarias, como Livit y Paz Centenario, también han reforzado su fuerza de ventas, dándole mayor importancia a la tasa de conversión y a la recomendación de sus clientes. Los consumidores del NSE B son más exigentes con los acabados, toman más tiempo para elegir una vivienda y le dan mayor importancia al aspecto visual del inmueble. “Ello requiere más personal de posventa que de venta. Son perfiles distintos” respecto a los ejecutivos de venta, dice Arróspide
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El año 2016 fue complicado para Latinoamérica. De forma agregada, su Producto Interior Bruto cayó un 0.8%, aunque gran parte de esta contracción puede explicarse por el comportamiento de Brasil (-3.6%), que está inmerso en un proceso de recesión y ha vivido una situación política compleja con la destitución de su Presidenta hace un año; y de Venezuela, que con una caída de su PIB del 12.2% vive una tensa situación económica y política que cada vez resulta más insostenible.
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aunque pueda parecer sombrío, no lo es del todo: aquellas economías que han conseguido un mayor grado de industrialización ahora dependen menos de las exportaciones de materia prima y dotan a sus países de credibilidad en sus políticas económicas, por lo que han mostrado un comportamiento mucho más positivo. Por citar algunos ejemplos de este contraste, México creció un 2.3%, Costa Rica un 3.7% y Perú un 3.3%.
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En primer lugar, un ejercicio de realismo implica reconocer que el contexto externo es en gran medida negativo. Por un lado, el menor crecimiento de las economías emergentes y, en especial, la orientación de China hacia un crecimiento más interno y basado en servicios, reduce su demanda de materias primas, presionando los precios a la baja; la plata, el cobre o el gas natural muestran precios que se han recuperado parcialmente, pero con cotizaciones muy inferiores a las de hace 4 o 5 años.
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Por otro lado, la Reserva Federal ha iniciado un camino de normalización de la política monetaria que implica un año en el que potencialmente pueden producirse varias subidas de tipos de interés. Estos aumentos del tipo de interés presionan el dólar al alza y reducen el valor de las divisas de los países latinoamericanos.
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En los últimos años las empresas no financieras en Latinoamérica han aumentado su endeudamiento y además, en muchas ocasiones, en dólares, lo que implica que la subida del dólar y la caída de valor de sus monedas reducen el valor de sus activos y dificulta el pago de la deuda. Se trata de un contexto en el que no pueden descartarse episodios de incertidumbre financiera y alta volatilidad en los mercados.
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También dificulta el panorama de algunos países la postura internacional que adopte la Administración Trump, pues habrá que comprobar si su orientación claramente proteccionista afecta a las exportaciones de México y otros países claramente orientados hacia la exportación a los Estados Unidos. A estos factores debe añadirse la escasa capacidad de reacción de la política fiscal, ya que el déficit público de muchos países y las dificultades de obtener financiación dificultan políticas expansivas.
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A su vez, debe considerarse la política monetaria, en gran medida condicionada por aumentos de inflación superiores a los objetivos fijados por los Bancos Centrales y condicionados por mayores precios al importar, que se trasladan a precios del consumidor.
El acceso a la educación en muchos países ha mejorado notablemente y en algunos se observa como las exportaciones de productos elaborados muestran crecimientos superiores a los de las materias primas, como Chile en el 2016.
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En gran medida, el futuro de muchos países latinoamericanos pasará por ser capaces de afrontar dos retos clave, que además están interrelacionados entre ellos. En primer lugar, la creación de una clase media que represente un porcentaje importante de la población con capacidad para consumir, lo que sin duda implica continuar en mayor medida con la reducción de la desigualdad.
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aplicar las reformas estructurales, no sólo económicas sino también políticas, que permitan generar confianza en los inversores internacionales. No solo en los mercados financieros, sino inversión en la economía real, aquella que a la larga supone mayor productividad y, por tanto, prosperidad. A pesar de un 2017 de dificultades, el futuro de Latinoamérica no está escrito y pasa en gran medida por la voluntad de afrontar sus retos en el largo plazo.
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A pesar de los reveses, sigue en marcha una recuperación mundial desigual. En las economías avanzadas, los legados del boom previo a la crisis y la coyuntura siguiente, entre ellos un elevado nivel de deuda privada y pública, siguen ensombreciendo la recuperación. Las perspectivas de crecimiento que recoge el último informe del Fondo Monetario Internacional tanto de las economías avanzadas como de los mercados emergentes muestran una heterogeneidad considerable.
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Entre las economías avanzadas, se proyecta un repunte del crecimiento, más lentamente en Japón y la zona del euro, y más pronunciado en general en Estados Unidos. Entre los grandes mercados emergentes, se prevé que el crecimiento se mantendrá elevado en las economías de la región de Asia-Pacífico, con una leve desaceleración en China y un repunte en India, pero que será atenuado en Brasil y Rusia.
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La desaceleración del crecimiento global, que conspira contra la recuperación de los flujos comerciales y de los precios de los productos básicos, y la perspectiva de un empeoramiento de las condiciones de acceso a los mercados financieros internacionales, aunque con riesgos sistémicos limitados, configuran una nueva normalidad a la que las economías de América Latina y el Caribe deberán adecuarse.
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Ante este escenario futuro, la inserción internacional de América Latina y el Caribe en la estructura económica mundial se enfrenta a intensos cambios en la naturaleza, las fuentes y las pautas de distribución del poder y la riqueza, que suponen una menor relevancia del área del Atlántico norte y un proceso de shifting wealth o de desplazamiento del centro de gravedad económico y político hacia el área Asía- Pacífico.
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La crisis financiera global de 2008 y 2009 interrumpió bruscamente la prolongada bonanza económica internacional que experimento la región a partir de 2003 y ha cambiado el contexto externo que deberán enfrentar las economías de América Latina y el Caribe, en el marco del proceso de(re)estructuración del poder mundial.
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Según las proyecciones y lo observado durante los meses transcurridos de 2014, los cambios en el dinamismo económico de las principales economías del sistema internacional registrados este año y la continuidad de las pautas correspondientes en el entorno externo de la región, se expresarán en 2014 y 2015 en un moderado aumento del crecimiento mundial. Se prevé que el crecimiento en la región sea, en promedio, del 1,3% en 2014, la tasa más baja desde 2009. Un crecimiento que repuntará al 2,2% en 2015, impulsado por el fortalecimiento de las exportaciones y un modesta recuperación de la inversión.
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Aunque es probable que lo peor de la crisis haya quedado atrás y la probabilidad de eventos sistémicos es baja, los cambios en la economía mundial –que pueden tener efectos duraderos– nos ofrecen la posibilidad de realizar una proyección de los posibles escenarios futuros a los que la región deberá hacer frente, prestando atención a las dinámicas de los países en desarrollo, el desempeño de las economías emergentes y la evolución de las economías ricas
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ntre éstos últimos países, solo la economía estadounidense muestra signos claros de recuperación. En la zona del euro hay un panorama bastante heterogéneo: mientras Alemania y un conjunto limitado de Estados están comenzando a crecer, las economías de la periferia europea están todavía lejos de superar las dificultades derivadas de la crisis que puso en dudas la supervivencia del euro; sus niveles de actividad apenas han dejado de contraerse, en el mejor de los casos, al tiempo que mantienen muy elevadas tasas de desempleo y no se han alejado todavía de la probabilidad de un proceso deflacionario que podría tener efectos muy adversos
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La disminución del ritmo de crecimiento del comercio mundial que traería aparejado el bajo crecimiento de las economías desarrolladas, no solo afectaría al volumen del comercio, sino que también tendría un impacto negativo (que ya ha comenzado a observarse) en los precios de los productos básicos, agravado por las perspectivas de las propias economías en desarrollo, en especial de China. Asimismo, el bajo crecimiento global también tendría repercusiones negativas en el comercio de servicios, en especial de aquellos cuya demanda es más elástica respecto del ingreso, como ocurre con el turismo.
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En el caso de la economía china, dada su importancia creciente en el comercio internacional, y muy en especial para América Latina y el Caribe, la desaceleración de su crecimiento y la perspectiva de un cambio de su patrón de desarrollo, a favor de una mayor importancia del consumo interno y una menor relevancia de la inversión, abren la posibilidad de una reducción del ritmo de crecimiento de la demanda de productos básicos –como las materias primas– y de menores precios en un futuro próximo, junto a un cambio en la composición de la demanda a favor de aquellos bienes más ligados al consumo, como los alimentos, y en contra de aquellos más vinculados a la inversión, como los metales.
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Estos escenarios propician que la sostenibilidad del desarrollo de América Latina y el Caribe se enfrente a tres amenazas: la económica, la social y la ambiental. La sostenibilidad económica se basa en la capacidad de alcanzar un crecimiento económico elevado y continuo como condición necesaria, si bien no suficiente, para el desarrollo con igualdad.
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Esta sostenibilidad presenta vulnerabilidades internas y externas. Las primeras se relacionan estrechamente con las necesidades y restricciones del acceso al financiamiento externo. Estas debilidades se hacen patentes cuando empeoran las condiciones externas, habitualmente por perturbaciones en los mercados de bienes (de volumen exportado o, más a menudo, de precios) o en los financieros. Una sostenibilidad que también se relaciona con el desarrollo de una estructura productiva diversificada y competitiva.