La opción que nos queda es la adquisición de activos financieros. Eso es la compra de bonos del Tesoro y bonos corporativos. Esto infla los precios de los activos financieros. Pero no siempre ayuda a la economía real. El problema es la velocidad del dinero. Es decir, el nuevo dinero normalmente se queda estancado en los mercados financieros y no llega a la economía porque nadie lo quiere gastar. Eso, por lo general, crea una burbuja financiera en los mercados y acentúa la desigualdad. Porque los más beneficiados son los dueños de activos. Esto es paradójico, porque estos fondos “públicos” se liberan para rescatar a la economía toda, pero terminan beneficiando a unos pocos ricachones.
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En un mundo ideal, la solución está en el Gobierno. Porque, a diferencia de los bancos centrales, el Gobierno sí puede gastar dinero. Entonces, en teoría, la Reserva Federal podría comprar bonos del Tesoro. El Gobierno podría usar ese dinero para incrementar sus gastos en ayudas, inversiones y compras. Al mismo tiempo, se podrían subir los impuestos en los sectores menos golpeados por la crisis. De este modo, se reactiva la economía sin causar desigualdad. Eso se ha hecho en el pasado y ha dado excelentes resultados.
Ahora es diferente. El tío Sam no quiere subir los impuestos, ni quiere aumentar el gasto sustancialmente. Y, además, el endeudamiento es tal que aumentar el gasto implica un déficit aún mayor. Y por razones políticas lo que se quiere es un Gobierno pequeño, a pesar de que la estrategia en la práctica significa un déficit enorme y gran desigualdad.
La impresora de dinero se apagará cuando aumente la inflación y el empleo. Cuando paren los estímulos, los primeros afectados serán los mercados financieros. Wall Street, el oro, Bitcoin, cripto. Así de sencillo. La burbuja financiera que se ha estado formando desde el crash de marzo ha estado impulsada principalmente por las adquisiciones realizadas por la Reserva Federal como parte del paquete de estímulos. Sería muy razonable asumir que la descontinuación de estas medidas secaría la fuente de la bonanza para los mercados. Si se detiene la lluvia, tendremos una sequía.