La luz verde a los compradores chinos es una señal de alarma para los accionistas. El regulador de valores del país acaba de levantar las restricciones que impedían realizar adquisiciones a empresas que cotizan en bolsa que no son rentables. La medida podría contribuir a una mayor concentración de sectores fragmentados, pero también supone una invitación a los abusos.
A medida que el motor económico chino de 14 billones de dólares se desacelera, la intensa competencia sigue erosionando los beneficios. El exceso de inversión y el proteccionismo local han saturado sectores como la robótica, la venta al por menor y la automoción. Es posible que ya esté en marcha una limpieza. El número de operaciones nacionales de fusión o adquisición ha crecido un 12% en el primer semestre de 2019, según la consultora PwC, a pesar de que el número total de operaciones se redujo debido a la limitada actividad del extranjero.
Hay más de 350 empresas que cotizan en Shanghái y Shenzhen que perdieron dinero en 2018, según un análisis de Breakingviews. Entre ellas se encuentra el operador de telecomunicaciones estatal ZTE (HK:0763) y un gran número de fabricantes de automóviles. Estas compañías tenían un saldo combinado de 60.000 millones de dólares en efectivo y equivalentes en el último trimestre. El cambio de reglas del viernes por parte de la Comisión Reguladora de Valores de China les facilita la compra de rivales o, alternativamente, la adquisición de nuevas empresas prometedoras en áreas como la biotecnología.
Esta nueva libertad podría permitir la construcción de imperios mal concebidos o un crecimiento desordenado. Es demasiado fácil imaginar que consejeros delegados de las industrias pesadas con demasiada capacidad persigan objetivos de crecimiento más rápido y sin relación alguna con su negocio, generando conglomerados chinos aún más incoherentes.