En el año 1760 un pequeño de tan solo cuatro años de edad sorprendía a la aristocracia austriaca interpretando pequeñas piezas musicales de cierta dificultad y siendo capaz de componer pequeñas obras. A los seis año ya tocaba con destreza el clavecín y el violín y, además, podía leer música a primera vista, mostraba una memoria prodigiosa y una inagotable capacidad para improvisar frases musicales. En aquel entonces la mortalidad infantil era elevadísima, y de los siete hermanos tan solo sobrevivió su hermana Nannerl y él, Wolgang Amadeus Mozart.

No cabe duda que Mozart ha sido uno de los mayores genios musicales que ha dado la humanidad. No solo dominaba la técnica musical e interpretativa como un virtuoso, sino que además era capaz de componer una música maravillosa.

No todos nacemos genios con un cerebro especialmente bien dotado para el trading, de la misma manera que no hace falta ser Mozart para ser un buen músico. Está claro que el trading, al igual que la música, exige un mínimo de formación técnica para ser capaz de manejar con soltura un instrumento o que podamos leer o escribir correctamente una partitura.

Con el estudio de la técnica aprendemos a interpretar nuestras cartas, para poder percibir la música del mercado en ese momento, o técnicas de control de riesgo para controlar la intensidad del mismo.

Sin embargo es cierto que todo esto no nos llevará, por sí mismo, a alcanzar el virtuosismo en el trading que, al igual que la música, tiene más de arte que de ciencia.El trabajo y la dedicación resultan fundamentales en una actividad que exige de una práctica constante para mantener un nivel mínimo de técnica, pero que al mismo tiempo debe ser creativa y que entra en contacto con lo más íntimo de las emociones humanas.

Si no somos conscientes de que aprender trading exige técnica, disciplina, trabajo y pasión, y que como lo buena música no se puede aprender de un día para otro, podemos acabar escuchando el "requiem" que el mercado puede interpretar en nuestro recuerdo.En cambio por el camino adecuado acabaremos escuchando la maravillosa melodía de la consistencia.


"El estudio para aprender a vivir bien dura toda la vida" (Séneca. Córdoba 4 a.c.-Roma 65 d.c.)