El paso previo al manejo táctica o de corto plazo de un portafolio de inversiones es la asignación estratégica, es decir el “plan” que todo inversor debe tener. La asignación estratégica es el reflejo de qué tipo de portafolio mantendrá en promedio el inversor en un período prolongado de tiempo, más allá de la operatoria de corto plazo, y puede reflejarse como un valor porcentual de posicionamiento en una determinada clase de activo que se mantendrá en promedio.

La asignación estratégica es el reparto entre las distintas alternativas de inversión en función de dos parámetros básicos: la aversión al riesgo del inversor y su horizonte temporal, siendo este último el motivo de análisis de esta nota a medida que transcurre el tiempo.

Una vez definidos estos puntos, así como otros aspectos tales como qué clases de activos pueden incluirse en la cartera (financieros o no financieros, internacionales o sólo domésticos) y ver qué alternativas de diversificación tiene al alcance de su mano para llevarla a cabo, el inversor cuenta ya con todos los elementos básicos necesarios para comenzar el proceso de inversión.

Una vez conformada la cartera y asumido el riesgo, el inversor debe manejarse tácticamente para intentar adivinar cuál el mejor momento para comprar o vender, o bien mantener una posición. Existirá para cumplir con ese objetivo un rango con límites entre los cuales se puede mover la asignación táctica o asignación de corto plazo. En base a la opinión de corto plazo que tenga el inversor de cada uno de los activos, las posiciones se situarán en la parte inferior o en la parte superior del rango.

Pero cuando las decisiones son equivocadas en forma reiterada y el inversor no logra su objetivo de retorno en forma sustentable a mediano plazo, debe preguntarse si su táctica es la equivocada -es decir la lectura de los mercados que realiza en el día a día- o bien es algo más profundo y complicado que es enfrentarse al dilema de cambiar directamente la estrategia.

¿Cuándo debe un inversor cambiar su estrategia? Uno de los conceptos básicos es el de diversificar. Pero no es menor el hecho de establecer plazos (corto, mediano o largo) y ser disciplinado en la toma de decisiones de inversión. Pero hay un tema relevante que tiene que ver con el horizonte temporal de inversiones.

Cuanto más riesgosos es el mercado en el que uno se desenvuelve, más de corto plazo será una inversión: el concepto de “largo plazo” en materia de inversiones financieras de riesgo (acciones por ejemplo) es muy corto y lleva a tomar decisiones equivocadas (vender a pérdida antes de darle una oportunidad para que esa inversión madure). Cuando una persona es muy propensa a revisar el mercado continuamente, puede caer en el error de correr detrás de él rompiendo la primera regla de una cartera de inversión: tener disciplina y mantenerla por el plazo que se fijó hasta su cumplimiento.

No incorporamos en el análisis los costos de transacción, que son una parte importante de la rentabilidad final de una inversión, lo cual refuerza la idea de apegarse a una inversión y estrategia hasta el final.

Si uno ya eligió un portafolio con una asignación de activos con diferentes instrumentos de largo plazo hay que apegarse a él para tener éxito y sólo replanteárselo en una revisión integral del mismo. En general, los inversores impacientes que optan por un mediano plazo (cinco años por ejemplo) tienden a no respetarlo en cuanto advierten un movimiento en los mercados financieros que pueden ser transitorios o una simple y sana toma de ganancias.

La etapa de la vida en la que se encuentra cada uno tiene que ser tenida en cuenta antes de conformar la cartera y para el diseño de la asignación estratégica. Cuánto más joven se es, más inclinada es la persona a asumir riesgos, dado que dispone de mayor tiempo para ver si su estrategia da resultados y, en caso de pérdidas, también tiene más tiempo para recuperarse. Por el contrario, mientras más edad tenga una persona, más aversa al riesgo debería ser (aunque es una decisión muy personal y hay excepciones). Una persona que está ahorrando para el retiro o para comprar una casa a cinco años puede asumir más riegos, con el objetivo de maximizar su rentabilidad. En cambio, una persona ya jubilada que debe de rentas o intereses debe optar únicamente por instrumentos de deuda, no recomendándolo invertir a un plazo mayor de un rango de uno a tres años.

Hay que tomar en cuenta también que a la gente más madura le ha tocado vivir más crisis que las demás, y es por lo tanto más conservadora que la gente joven, le preocupa incursionar en algo nuevo o con un alto riesgo. El sólo hecho de experimentar fuertes períodos de auges y de caída de los mercados se suma al hecho de ver más cerca el retiro y tomar una postura más conservadora.

Las diversas etapas de la vida corresponden a objetivos diferentes. Por ejemplo, si alguien tiene un negocio real o una actividad económica segura debe revisar su portafolio de inversión para ver si puede asumir mayor riesgo. Peor si está por ampliarlo comprometiendo más capital, o endeudarse, la mayor incertidumbre, lo lleva también a ajustar también el portafolio debido a los gastos que se puedan incrementar y la posibilidad e contar con liquidez en algún momento: su perfil de riesgo cambia hacia una postura más conservadora.

Hay ciertos beneficios de apegarse una estrategia y no moverse de ahí. Pero si se da el caso en el que el si el inversor necesita el dinero antes hay que tener en cuenta que tiene que invertir en instrumentos líquidos, o bien disponer de un fondo de emergencia o de necesidades diarias con instrumentos de mucha liquidez. En forma general, es importante contar al menos con un año de ingresos para imprevistos. Ese fondo de emergencia no debe estar a un plazo mayor de 90 días, sino de un mes como máximo, y deber ser invertido en renta fija, nunca renta variable por más conservadora que pueda parecer.

¿Cuándo revisar el portafolio? Ese es un ejercicio continuo, no sugiero hacer cambios a diario pero sí debe revisarse con cierta frecuencia el portafolio de largo plazo, por ejemplo cada seis meses o una vez al año o mejor aún, cuando las condiciones de mercado así lo ameriten. Hay que revisar constantemente las condiciones macroeconómicas del mercado, tanto nacional como internacional para hacer ajustes en el corto o en el mediano plazo. Pedro hay una gran diferencia entre revisar periódicamente y tomar decisiones de reestructura de portafolio. Es la diferencia entre la coyuntura o táctica, y la estructura.

A medida que van cambiando los precios, a lo largo del tiempo las proporciones entre los activos cambian y se desvía la asignación de largo plazo, en mayor o menor medida. Por eso hay que ajustarlo para mantener el riesgo que se desea asumir o con el que uno se siente cómodo, realizando el denominado rebalanceo del portafolio para volver a tener las proporciones iniciales establecidas como objetivo de largo plazo a mantener.

En síntesis, la edad determina los objetivos de inversión y los riegos que se quieren tomar o evitar. El establecimiento de objetivos ajustables por edad debe ser una constante a lo largo de la vida de un portafolio: pasar de inversiones especulativas de corto plazo para pasar a conformar una inversión con un perfil patrimonial determinado requiere de cierta disciplina en el manejo del portafolio con una estrategia que va a ir variando conforme pase el tiempo: a lo largo de su vida ese inversor absorberá cada vez menos porcentaje de riesgo en su cartera, en especial cuando se acerca la etapa del retiro.