Cuatro días de intensas negociaciones no han sido suficientes. Estados Unidos y Canadá han fracasado este viernes en su intento de alcanzar un acuerdo que reemplace al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Las delegaciones estadounidense y canadiense han acercado posturas a última hora; sin embargo, la fumata blanca sigue lejos por las amplias diferencias sobre el sector lácteo. Las conversaciones continuarán el próximo miércoles, pero la Casa Blanca echa a andar el reloj desde ya: notifica a su Congreso del acuerdo bilateral alcanzado con México el lunes y "con Canadá, si así lo desea". Más presión para el Gobierno de Justin Trudeau: el tiempo se agota.

Los motivos e incentivos para cerrar el pacto estaban ahí desde el primer día de la negociación, hace 13 meses, y en los últimos días no habían dejado de crecer. El representante de Comercio Exterior y jefe de la negociación del lado estadounidense, Robert Lighthizer, había llegado a calificar de "constructivo" el diálogo de los últimos días: todo un alarde de expresividad en un duro negociador como él, no precisamente conocido por su buena relación con sus homólogos canadienses. Pero el buen talante no fue suficiente y las conversaciones que debían llevar a sumar a Canadá al acuerdo anunciado a principios de la semana en curso por Washington y la Ciudad de México se torció en el momento crucial. Trump, había fijado este viernes como límite para llegar a un pacto: era la única forma de que pudiese firmar en el mandato del todavía jefe de Estado y de Gobierno mexicano, Enrique Peña Nieto, que expira el próximo 30 de noviembre.

“Queremos un buen acuerdo no cualquier acuerdo”, dejó claro la ministra canadiense de Exteriores, Chrystia Freeland, tras abandonar la sede del representante de Comercio Exterior estadounidense. La canciller y mano derecha de Trudeau en el proceso admitió que la "dificultad" de alcanzar una solución "ganadora" para todas las partes. "[Pero] con buena voluntad y flexibilidad de todos, podremos llegar". Como ha hecho a lo lago de toda la negociación, Freeland dejó muy claro este viernes que su misión era "proteger los intereses y valores" del país al que representa. "Sabemos lo que queremos cada uno", dijo, "Lighthizer podría ponerse perfectamente en mi asiento".

Mucho más mutante ha sido la posición del tercer pilar del triunvirato norteamericano, México, que ha pasado de decir que el TLC sería trilateral o no sería a afirmar una simple preferencia por que Canadá también forme parte del nuevo tratado. "La notificación enviada por EE UU [a su Legislativo], representa un paso adelante en la formalización de los entendimientos alcanzados entre México y EE UU en relación con el TLC", se limitaron a señalar las autoridades mexicanas en un escueto comunicado. "Las negociaciones bilaterales entre EE UU y Canadá continuarán la semana entrante. El Gobierno de México continuará dando seguimiento puntual a la negociación entre ambos países. México participará en la negociación de los temas trilaterales, a la vez que seguirá impulsando un acuerdo del que Canadá sea parte".

El Gobierno mexicano, mucho más necesitado de un acuerdo con EE UU que Canadá -prácticamente un tercio de su PIB depende de su vecino del norte bien, por exportaciones bien por inversiones-, cedió en asuntos sensibles para Trump en aras de lograr el ansiado pacto: la nueva regulación de la industria automotriz -la más importante en el país latinoamericano-, será mucho más estricta cuando entre en vigor el nuevo texto. Trudeau y su equipo, en cambio, se resisten: Washington es muy importante para su economía, pero no quieren que un mal acuerdo hipoteque parte de su crecimiento. La presión de los mercados de divisas y de deuda sobre Ottawa es notablemente menor que sobre el país latinoamericano.

Estadounidenses y canadienses retomaron las discusiones este viernes por la tarde, en un último intento por cerrar un pacto antes que venciese el plazo autoimpuesto por Trump. Freeland evitó decir cuales eran los motivos que impedían el apretón de manos, aunque un portavoz estadounidense dijo que no hubo concesiones del lado agrícola -sobre todo, en el caso de los lácteos, el más espinoso-. Los capítulos de resolución de controversias entre Estados y entre empresas y Estados, que tanto dificultaron la firma del TLC hoy vigente, en 1994, también han levantado importantes ampollas en esta recta final de negociación.

Con las dos delegaciones caminando por el filo de la navaja, en la mañana de este viernes trascendieron unos comentarios realizados por Trump fuera de cámara a periodistas de la agencia Bloomberg que molestaron, y mucho, a Ottawa. En ellos, el mandatario estadounidense decía -fiel a su estilo- que no iba a hacer concesiones a sus socios canadienses, pero que no quería hacerlo público para no dejarlos en un mal lugar. Más leña a una lumbre ya de por sí caliente, tras la confrontación pública entre el magnate republicano y Trudeau -insultos del primero incluidos- en la cumbre del G7 de hace menos de tres meses.

En un evento en Carolina del Norte, Trump se limitó a decir que “Canadá se había aprovechado de EE UU” y criticó la filtración del contenido de la conversación que había sostenido con reporteros de Bloomberg. Ahora la intención de la Casa Blanca es seguir adelante con el acuerdo bilateral que cerró el lunes con México aunque dejando la puerta abierta por si Canadá quisiera sumarse. Para ello se quiere aprovechar el plazo de 30 días durante el que se pasa a limpio el texto que se presentará al Congreso para incorporar a Canadá.

EE UU trató de empujar para que la notificación al Congreso anunciando el pacto trilateral saliera ya este viernes. La intención es que las discusiones retomen el miércoles de la semana próxima. "Seguimos en el proceso de trabajar con Canadá", insisten desde la Administración Trump, "esa es nuestra intención". Explicaron que tenían que notificar 90 días antes de la firma del acuerdo al Congreso. "Todo lo que estamos haciendo es consistente con la autorización", aseguran. Este desenlace, en cualquier caso, coge con el pie cambiado a los legisladores en el Capitolio.

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Aunque en la negociación consiguió que México aceptara los citados cambios en las reglas para la producción de automóviles que permitirán, en principio, proteger los empleos en EE UU, algunos legisladores no están del todo convencidos con los logros en el ámbito de los derechos laborales. También hay cierto descontento entre las empresas con el debilitamiento del mecanismo de solución de disputas. "El Congreso es el árbitro", insisten desde la Casa Blanca.