La pelota echa a rodar en Rusia este jueves y quizá olvidemos por un rato que apenas tres años atrás descubrimos cuán podrido estaba el fútbol internacional.
Los primeros gritos de gol del Mundial 2018 dejarán en segundo plano las noticias de negocios turbios, arrestos y condenas de capos de la FIFA y la Conmebol.
Se apagarán un poco más las palabras de la fiscal general de Estados Unidos en 2015, sobre una "corrupción rampante, sistemática y profundamente enraizada" en la cúpula de este deporte.
Las polémicas en cafés y bares por un penal o una tarjeta roja serán probablemente mayores que las que causaron las confesiones de sobornos millonarios por derechos de televisión o elección de sedes de la Copa del Mundo.
Pero antes de que la magia del fútbol envuelva todo, tal vez valga la pena preguntarse: ¿se limpió algo la corrupción en el más popular deporte del planeta?
"Restablecer la credibilidad"
En los últimos años hubo más de una veintena de condenas y admisiones de culpabilidad de individuos de varios países vinculados al fútbol, por cargos que van desde lavado de dinero hasta asociación para delinquir.
La FIFA respondió a los escándalos con una serie de cambios en su dirección y anuncios de reformas.
Sepp Blatter, que presidió el organismo por 17 años, fue suspendido en 2015 de cualquier actividad relacionada al fútbol por violar el código de ética y reemplazado por el ítalo-suizo Gianni Infantino en 2016.
Infantino era secretario general de la UEFA —el ente rector del fútbol europeo, cuyo exjefe Michel Platini cayó en desgracia junto a Blatter— e integraba un equipo a cargo de introducir las reformas en la FIFA.
Los cambios implementados para "restablecer la credibilidad" de la FIFA incluyen un límite de tres mandatos para su presidente y la sustitución del antiguo Comité Ejecutivo por un Consejo más amplio, con miembros electos por las federaciones de cada continente y mayor presencia femenina.
Pero rápidamente surgieron dudas sobre el alcance de esas reformas, incluso entre quienes estaban a cargo de conducirlas.
"El sistema para garantizar una gobernanza limpia es un fracaso", dice Joseph Weiler, un profesor de derecho en la Universidad de New York que en 2017 renunció a la crucial comisión de gobernanza de la FIFA, a BBC News Mundo.
"Muy desanimado"
Weiler y otros miembros independientes del comité de gobernanza dimitieron en protesta por la abrupta remoción del jefe de su equipo, el expolítico portugués Miguel Maduro, apenas ocho meses después de haber sido designado por Infantino.
Maduro atribuyó su remoción a presiones y quejas que surgieron cuando comenzó a cumplir su misión de revisar y eventualmente rechazar candidaturas al Consejo de la FIFA, incluida la del viceprimer ministro ruso Vitali Mutko.
Weiler presentó una queja ética ante la FIFA contra Infantino y otros directivos, acusándolos de interferir en la independencia del comité, pero se desconoce si la misma ha tenido algún resultado.
"Al principio pensaba que Infantino verdaderamente quería cambiar las cosas", dice Weiler. "Pero mi experiencia como miembro de la comisión de gobernanza fue que Infantino y los otros dirigentes de la FIFA están interesados en la apariencia y no en la sustancia".
"Estoy muy desanimado, no tengo gran esperanza por el porvenir de la FIFA respecto a la integridad de la gobernanza", sostiene.
"Como antes"
Uno de los problemas que Weiler y otros expertos observan en la FIFA es que su presidente, para asegurarse la reelección en el cargo, precisa el apoyo de las confederaciones que él mismo debería presionar para que cambien.
Otro problema señalado es que la FIFA y su nuevo Consejo actúan sin un verdadero contralor externo y sin la transparencia necesaria.
"Los primeros indicios señalan que la FIFA todavía funciona como antes", dice David Larkin, un abogado especializado en casos de deporte internacional y anticorrupción.
"Lo que parece es que la política lo gobierna todo como siempre, además del dinero, y eso no es bueno", agrega Larkin en declaraciones a BBC News Mundo.
De hecho, los escándalos todavía salpican al fútbol.
Este mes, el gobierno de Ghana anunció la disolución de la Asociación de Fútbol local y el presidente de la misma, Kwesi Nyantakyi, fue suspendido provisoriamente por la FIFA, a cuyo Consejo renunció.
Nyantakyi, que había hecho bandera de la lucha contra la corrupción, fue filmado recibiendo un regalo de US$65.000 en efectivo por parte de un reportero encubierto que se hizo pasar por un hombre de negocios.
En el documental también aparece aceptando US$600 un árbitro de Kenia, Adel Range Marwa, que iba a participar del Mundial de Rusia y renunció tras el escándalo. Tanto él como Nyantakyi niegan haber actuado de forma indebida.
Esto sirvió para recordar que el juicio de "FIFAgate" en Nueva York se centró en la corrupción del fútbol en las Américas, pero otras regiones quedaron prácticamente fuera del foco de los investigadores estadounidenses.
"Aunque fueran exitosos en sacar todo el cáncer dentro de las Américas, ¿qué sabemos de Asia, Africa y Europa? Creo que ahí hay problemas también", dice Ken Bensinger, un periodista de EE.UU. autor del flamante libro "Tarjeta Roja", sobre el escándalo destapado en este país que sorprendió al mundo.
Advierte que la FIFA es como un paciente enfermo de cáncer iniciando un tratamiento que deberá incluir cambios en la forma de funcionar, pero "la gente que espera que esté mejor ya, va a tener una desilusión".
"Sacar a la gente corrupta es como la primera parte del proceso", señala Bensinger a BBC Mundo. "Han sacado a muchos, pero creo que todavía existe mucha gente corrupta dentro de la organización".