El grupo de usuarios de Bitcoin que más preocupado podría estar por el minado de la última criptomoneda son los propios mineros. La minería es un sector que parece llevarse toda la responsabilidad del éxito de Bitcoin, debido a que de esta actividad depende la estabilidad de la red.
En ocasiones, pareciera vislumbrarse una relación de amor y odio entre los usuarios y desarrolladores y los mineros, pues los primeros confían en estos últimos la integridad del protocolo. De una buena ética empresarial y de la minería depende que la red Bitcoin y otras plataformas blockchain se mantengan descentralizadas.
Cuando se mine el último bitcoin, los mineros solamente cobrarán comisiones. Actualmente, los mineros no solo cobran la comisión por la transacción pagada por los usuarios, sino que al momento de crearse un bloque se generan nuevos bitcoins que son repartidos entre ellos.
El argumento más difundido acerca de las preocupaciones de los mineros es que estos ya no obtendrán recompensas por bloques minados cuando los 21 millones de BTC se emitan, pues ya no podrían crearse más, sino que solamente recibirán las comisiones de las transacciones.
Cuando llegue ese momento, los mineros podrían encontrar sus labores operativas como nada rentables, haciéndoles huir por la puerta grande y dejando a Bitcoin sin suficientes mineros como para continuar con su funcionamiento, incluso propiciando la centralización de la red.
Este problema, una “fuga de mineros” al acabarse las recompensas por bloque, fue previsto en el mismo diseño de la red: si bien es posible que esto ocasione que la alta dificultad destinada a esa gran cantidad de mineros entorpezca en cierto modo las actividades de los que se quedan y, por tanto, el aletargamiento de la red; esto duraría solamente durante 2016 bloques, cuando la dificultad se ajustaría para permitir que las transacciones sean procesadas con menos mineros.
Para evitar esto, el precio de Bitcoin tendría que estar equilibrado con el volumen de transacciones, algo difícil de imaginar con el proceso inflacionario por el que Bitcoin se encuentra en este momento, en el que apenas está comenzando a crecer y establecerse como moneda de referencia mundial. Pero, en teoría, luego de que el precio de Bitcoin se estabilice, su adopción se masifique y el protocolo evolucione, las comisiones deberían ser suficientes para mantener la rentabilidad de la minería. Al menos a eso debería apuntarse, aunque sí resulta sumamente difícil predecir cómo será Bitcoin desde aquí a un período de 6 meses, mucho más en aproximadamente 120 años, en el año 2140.
Es en ese año cuando en teoría sería minado el último bitcoin, si se toma en cuenta que aproximadamente cada 4 años ocurre el halving, el evento que reduce la recompensa de los mineros a la mitad. Inicialmente, por cada bloque se obtenían 50 BTC. Luego, se descendió a 25 BTC y actualmente esa cifra se ubica en los 12,5 BTC. Para el año 2020, esta suma se reducirá a los 6,25 BTC.
Es importante tomar en cuenta que si en este momento la carrera por el desarrollo de equipos especializados ASIC y otras implementaciones GPU está en plena aceleración con la creación de dispositivos sofisticados, durante el año 2140 su potencia superaría nuestra imaginación. Si ya se estima que para dentro de 10 años la computación cuántica comenzará a formar parte del ecosistema blockchain, para el año 2140 el potencial de la tecnología será para nosotros hoy inestimable. Incluso utópico.
LA ECONOMÍA DEFLACIONARIA DE BITCOIN
El hecho de que cada vez existan menos bitcoins disponibles es utilizado como un factor de presión para que su precio vaya en aumento, por la ley económica básica de la oferta y la demanda: mientras mayor sea la oferta de un activo o producto, menor será su valor; mientras menor sea la oferta, mayor será la demanda, y por tanto su valor y precio.
En un aspecto monetario, que la unidad de Bitcoin tenga un valor elevado llevará a sus usuarios a realizar transacciones con cantidades cada vez más pequeñas de satoshis, siendo un instrumento criptomonetario divisible hasta en 8 dígitos decimales.
Sin embargo, aquí yace también otro de los aspectos disruptivos de la tecnología en cuanto a lo financiero, pues es la primera vez que un sistema monetario está diseñado desde su protocolo tecnológico para alcanzar un precio tope y estabilizarse o tender a la baja luego. A pesar de esa configuración, el volumen de transacciones debería ser lo suficientemente elevado como para mantener cierto equilibrio, no sin que esto signifique que Bitcoin cumpla sus ciclos de variación de precios en períodos cortos de inflación orgánica, no inducida por medidas arbitrarias económicas, y por tanto se mantenga con una dinámica que lo proteja del colapso o de mantenerse estáticamente en terrenos inestables o ficticios en cuanto a su precio y utilización.
Quizá radica allí el cambio de paradigma para sus usuarios, en que Bitcoin avisora alcanzar una economía y dinámica monetaria en constante reciprocidad y movimiento, en lugar de perseguir el ideal de la estabilidad forzada y permanente.