Símbolo de opulencia, ostentación y poder, los palacios son testigos privilegiados de las historias y leyendas acaecidas entre sus muros. Además, han servido como morada de emperadores, reyes y nobles a lo largo de la historia y, al mismo tiempo, han inspirado a dramaturgos y literatos con el devenir de los siglos. Hoy estas construcciones despiertan la curiosidad y la admiración de los ojos viajeros que las contemplan, embarcándolos en un viaje hacia el pasado más remoto y despertando la nostalgia y el romanticismo de tiempos postreros. Dominando amplias regiones desde lo alto, rodeados de naturaleza exuberante o camuflados en el densidad de la frondosa vegetación. Hacemos un recorrido por cinco de los palacios más bonitos del mundo.
1) Palacio de Versalles, Versalles (Francia)
Fue mandado construir por Luis XIII como pabellón para practicar la caza en la localidad del mismo nombre, a unos cincuenta kilómetros de París. Su sucesor Luis XIV, ante la inexistencia de un palacio que le convenciera, se decantó por Versalles, con el que tuvo un flechazo a primera vista. El Rey Sol lo transformó y adaptó a su exquisito gusto real, ideando un impresionante complejo que actualmente constituye el máximo exponente de la opulencia de la corte francesa y el absolutismo de Luis XIV. Declarado Patrimonio de la Humanidad, dispone de 67 000 metros cuadrados de edificios y está conformado por 483 espejos y 700 habitaciones. Los jardines ocupan una extensión de 800 hectáreas, los cuales constituyen un auténtico paraíso terrenal.
2) Palacio de los Vientos, Jaipur (India)
El Hawa Mahal muestra, en sus cinco pisos, un maremágnum de celosías, muros y 953 ventanas superpuestas y talladas, que son excepcionales embajadores del esplendor del estilo rajput y la opulencia con la que vivían la corte y el harén de Sawai Pratap Singh. El número de ventanas de esta construcción propia de Las mil y una noches no es casualidad, sino que responde a una cuestión práctica: propiciar que el viento entrara al interior del edificio y lo mantuviera fresco durante la época estival. Su espectacular fachada, construida en arenisca rojiza y rosa, luce una silueta que trae a la mente la del pavo real, el ave nacional de India.
3) Palacio da Pena, Sintra (Portugal)
A pocos kilómetros de Lisboa se levanta este palacio de cuento, cuya belleza se ve engrandecida por el entorno que lo rodea, repleto de frondosa vegetación, bosques y colinas, siempre envueltas en la característica niebla atlántica. Muestra inexcusable del Romanticismo portugués, se construyó durante el reinado de Fernando III, conocido como el “rey artista”. Luce un mágico colorido, protagonizado por el malva, el amarillo y el burdeos; y muestra una inusual mezcla de estilos manuelino, gótico, musulmán y renacentista que lo hacen único. Un auténtico complejo onírico, formado por torres apuntadas y apuntadas, bonitas escaleras de caracol, coquetos patios y excepcionales miradores.
4) Palacio de Potala, Lhasa (Tíbet)
Ubicado en lo alto del Monte Rojo de la ciudad de Lhasa, “tierra de Dios” y antigua capital del reino de los lamas, constituye el icono por antonomasia del Tíbet. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1994, este monumental complejo mide más de 120 metros del altura y está compuesto por el palacio Blanco, que daba cobijo al dalái lama, y el palacio Rojo, que atesora numerosas salas de oración budistas, así como los restos de antiguos daláis lamas y bibliotecas. Este símbolo del budismo tibetano es, sin duda, uno de los más bonitos del mundo.
5) Castillo de Himeji, Himeji (Japón)
Levantada sobre los montes Himeyama y Sagiyama, esta maravillosa construcción es una de embajadoras más antiguas del Medievo en Japón y, también, una de las pocas que quedan en pie. Es conocida como el “castillo de la garza blanca”, ya que su fachada está revestida de yeso blanco, un material que le imprime el aire inmaculado que la caracteriza. De hecho, se dice que los días en los que el cielo luce nublado y blanquecino es muy difícil distinguir la silueta de este castillo nipón. Su torre principal –tenshu– y el sistema de pasadizos, murallas y habitaciones secretas, entre las que se cuela un laberinto imposible, dota a esta construcción feudal de una magnificencia incomparable.