“Cuando el médico me enseñó la resonancia y escuché la palabra roto, yo sí que me rompí entera”, ha confesado Carolina Marín esta mañana en el Consejo Superior de Deportes. Ha sido su primera intervención desde que el pasado 27 de enero se rompiera el ligamento cruzado de la rodilla derecha en el Masters de Indonesia y desde que la operaran el pasado día 29. “Salí de la clínica llorando, pero en el coche de camino a casa dije: ‘vale, esto es lo que hay, mañana te operan”. Ahí cambié el chip, lo viví en anteriores lesiones, si tu cuerpo está bien, la rodilla va a ir a mejor. Si me quedo en casa llorando y deprimida, mando mensajes negativos a la rodilla. Cuanto mejor me encuentre yo, más rápido irá todo esto”, ha añadido la campeona olímpica y tres veces campeona mundial de bádminton.
A su lado estaba sentada María José Rienda, Secretaria de Estado para el deporte, y Fernando Rivas, su entrenador. El que el mismo domingo que vio la lesión de su pupila por la tele se reunió con el preparador físico para diseñar un plan de trabajo. “Sí, entraba dentro de los planes verla entrenar tan pronto”, comentó Rivas. A los seis días de salir del quirófano, Marín ya estaba en el CAR entrenándose a la pata coja.
"Lo que me ha hecho estar allí son las ganas y que disfruto de lo que hago. Si no, sería imposible. Las energías me las da la motivación: quiero el oro en Tokio. Ha habido dolor, sufrimiento y queda bastante para sufrir, pero mi ambición es la que nos hace pasar horas y horas en el pabellón de bádminton”, cuenta la onubense, de 25 años. Llega todos los días a las 8.30 con las muletas y se va sobre las 18.00 o 19.00 de la tarde.
¿A nivel mental cómo te ha afectado la lesión?, le preguntaron. “En Yakarta cuando me llamó Fernando no paraba de llorar tirada en la camilla. No sabía qué tenía. Una vez llegada a España, cuando me dijeron que estaba roto el cruzado me vine abajo porque sabía que eso implicaba estar lejos de la competición varios meses y con lo competitiva que soy, estar fuera no se lleva bien. Cambié de mentalidad en cuanto salí del hospital. Me dije que hay que tener paciencia, cosa que tampoco tengo, pero que hay que ir desarrollando. ¡Mira, otra cosa positiva!”, bromeó Marín.
“Esto no es el final, de todo se sale, se lo quiero decir a todos los que se han tenido que operar de algo en la vida”, añadió. “Es un nuevo reto, hacemos cosas diferentes y lo que nos hace estar motivados es recorrer nuevos caminos para conseguir el mismo objetivo. Hay noches que no has descansado y a las 8.30 tienes que estar entrenando, es un proceso complicado, pero antes también me pasaba horas y horas aquí. Ahora es un dolor diferente, antes era muscular, ahora de la rodilla”, concluyó.