Las autoridades de Argentina lograron en el último mes devolver la calma al convulsionado mercado cambiario local, sacudido por una devaluación del 23 % en enero, pero no está dicha la última palabra y los sobresaltos podrían reavivarse si el Gobierno no logra controlar la inflación.
Tras la tormenta de enero, el Banco Central logró estabilizar el tipo de cambio en el mercado formal en torno a 8 pesos por dólar.
En el mercado informal, la divisa estadounidense, que llegó en enero al récord de 13 pesos por unidad, cotiza ahora por debajo de los 11 pesos, reduciendo la amplia brecha con el tipo de cambio oficial.
El peso no solo logró estabilizarse sino que incluso se apreció en febrero un 1,7 %, llegando el día 18 a un mínimo de 7,76 pesos por dólar, para luego retomar un alza regulada, hasta los actuales 7,87 pesos por unidad.
La calma cambiaria se tradujo en una menor presión sobre las reservas del Banco Central. Mientras en enero perdió 2.500 millones de dólares, en febrero la sangría de reservas fue de apenas 375 millones de dólares.
Para torcerle el brazo al mercado de divisas, el Banco Central puso en marcha una batería de medidas, incluyendo una fuerte subida de tasas de interés (diez puntos) y una resolución que obligó a los bancos a reducir sus tenencias netas en moneda extranjera, lo que permitió que más dólares se volcaran al mercado para calmar la sed de la demanda.
Además, el Gobierno acordó con las grandes exportadoras de cereales una aceleración de la liquidación de divisas.
Según datos de la consultora Econoviews, la liquidación de exportaciones de oleaginosas y cereales totalizó 1,891 millones de dólares en febrero, casi el doble de lo registrado en igual mes de 2013.
En los primeros días de marzo, la liquidación sigue firme, alentada por un aumento del precio internacional de la soja, el cultivo "estrella" de Argentina.
De esta forma, las autoridades consiguieron estabilizar el mercado y atemperar las expectativas de una nueva corrección cambiaria brusca a corto plazo, pero, según advirtió la consultora privada Ecolatina en un reciente informe, "esta calma dista de ser permanente".
"Si el resto de la política económica no contribuye a corregir la trayectoria de las variables nominales, la embestida cambiaria puede volver con fuerzas renovadas en la segunda mitad del año", advierte el informe.
La clave está en si el Gobierno de Cristina Fernández logrará o no poner paños fríos a los precios. En los dos primeros meses del año la inflación se disparó, condicionando la política cambiaria.
En su lucha contra este fenómeno, el Gobierno prueba por estos días su poder de fuego al intentar moderar las pretensiones salariales de los sindicatos docentes en una negociación paritaria que resultará clave para las negociaciones en el resto de los sectores.
El Gobierno sabe que si se convalidan fuertes alzas salariales hay grandes posibilidades de que la inflación continúe su escalada en el resto del año.
Por el contrario, si lograra un éxito en este campo, moderando los aumentos salariales, podría animarse a convalidar alzas de tarifas en los servicios públicos para reducir los millonarios subsidios que afronta el Estado y que alientan la emisión monetaria para financiar al Tesoro.
La otra alternativa es lograr una vía de ingreso de divisas desde el exterior. Argentina está desde hace años fuera de los mercados voluntarios de deuda, pero ha comenzado a dar señales de acercamiento.
No sólo busca negociar su deuda con el Club de París. También se ha acercado al Fondo Monetario Internacional, organismo al que hasta ahora criticaba, y selló un acuerdo con Repsol por la expropiación del 51 % de YPF, pacto en el que los analistas ven un guiño a los inversores internacionales para ganarse nuevamente su confianza.
Si el Gobierno lograra traer fondos frescos, sea por la vía de inversiones privadas o por créditos de organismos financieros, podría reforzar el mercado cambiario para mantenerlo a raya.
La otra gran apuesta es la liquidación del grueso de la cosecha de la soja, que tradicionalmente se concreta en abril.