La propia asistencia de Zuckerberg al Capitolio demuestra que, para subvertir el statu quo, generar nuevas formas de intercambiar valor y, en síntesis, socavar el señoreaje de bancos y gobiernos, el camino institucional es cuanto menos engorroso. ¿Se imaginana Satoshi Nakamoto respondiendo sobre los elementos centrales del diseño y el objetivo que persigue Bitcoin? ¿Cómo hubiese sentado en el gobierno estadounidense la necesidad de separar Estado y dinero declarada por Nakamoto y otros cypherpunks? ¿Hubiese permitido Estados Unidos el lanzamiento de Bitcoin?
Cada vez que el CEO de un proyecto de criptomoneda se enfrenta a las autoridades Satoshi sonríe desde el anonimato, o al menos así me lo imagino yo. Quiero decir que siempre que un ejecutivo deba sentarse a rendir explicaciones sobre cómo y por qué ofrece el producto que ofrece, ese proyecto está en riesgo. Que Nakamoto sea una entidad anónima es uno de los mayores valores de Bitcoin. El software funciona, 24 horas, siete días a la semana, 365 días al año. De manera indetenible, irrefutable, sin nadie a quien reclamarle.
Los grandes poderes lo saben y todo proyecto que intente emular esta trayectoria y lograr estos objetivos, será detenido de raíz. El de Zuckerberg no es más que un nuevo capítulo en la lucha por el sostenimiento del statu quo.