La India no puede beneficiarse del conflicto comercial entre China y EEUU, a pesar del gran mercado y de la abundancia de mano de obra barata. Según el embajador de la India en China, Vikram Misri, el déficit comercial con Pekín sigue creciendo y ha alcanzado ya los 53.000 millones de dólares.
A pesar del programa Make in India, que en su día anunció el primer ministro indio, Narendra Modi, las empresas extranjeras que desean sortear los aranceles a China están trasladando su producción a otros países asiáticos, pero no a la India.
A primera vista, parece que la India es el sucesor más lógico de China y el que puede convertirse en la nueva fábrica mundial y en una locomotora, ya que las actuales condiciones nacionales son muy similares a las que experimentaba China cuando comenzó a conquistar el mundo con sus productos. Para empezar, la población de la India es la segunda más grande del mundo. El Banco Asiático de Desarrollo prevé que el PIB del país crezca un 7,2% en 2019. Pero el PIB per cápita de la India es de solo 1.900 dólares. No es solo una cifra muy inferior a la china (9.000 dólares), sino incluso inferior a la de la mayoría de los países asiáticos. Para muestra, el PIB per cápita de Vietnam es de 2.500 dólares.
El fabricante chino de celulares Xiaomi acapara más de un tercio del mercado de smartphones indio. Pero aun así todavía no se fabrican completamente en el país. También Samsung evita a la India y ensambla la mitad de sus productos en Vietnam. Intel produce algunos de sus chips en China y otros, también en Vietnam. Pero no en la India. En 2018, las exportaciones de bienes y servicios de la India ascendieron a 331.000 millones de dólares, mientras que las importaciones alcanzaron los 507.000 millones.
Con un panorama como ese, la India no se convertirá en un país atractivo para los negocios. Al menos, no hasta que cuente con una infraestructura en condiciones, dice a Sputnik el director del Centro de Estudios Indios de la Universidad Xihua de China, Long Xingchun. Para impulsar y desarrollar la producción industrial se necesita ayuda. También, que la logística cuente con los medios necesarios y que no se carezca de una infraestructura portuaria en condiciones. Eso y que el suministro energético no sufra fallos que dificulten el trabajo. Pero en la India todos estos son temas que "siguen estando fatal", dice.
En China, por ejemplo, se han establecido cadenas de producción completas en Dongguan —al sureste del país—. "También hay que tener en cuenta que la productividad de un trabajador chino es similar a la de tres o cuatro trabajadores indios", asegura Long, y añade que, así, "las ventajas de tener mano de obra barata en la India no son tantas".
"Las constantes huelgas de los trabajadores o la compleja burocracia por la que deben pasar las compañías para comprar las tierras en las que producir son importantes problemas para las empresas. Cuando los empleados tienen turnos cortos y demasiados derechos, los procedimientos administrativos son tan complicados que es muy difícil hablar de desarrollar más la producción", opina.
Para que las cosas vayan bien en la India, dice, el país debe primero crear las condiciones favorables para atraer el negocio y la producción. Y China puede ayudar en esto, señala. Por falta de experiencia no será.
"Hemos acumulado mucha experiencia en este tipo de construcción. Tenemos la tecnología necesaria, por lo que podemos hacerlo rápido, conservando la calidad y relativamente barato. Lo que incluye construir carreteras e infraestructura portuaria".
De hecho, las empresas chinas ya han comenzado a invertir en la India. Especialmente después de que el país comenzara a deshacerse de los pagos en efectivo. China ha creado "el sistema de pagos móviles más grande del mundo", y "ahora las empresas tecnológicas chinas quieren poner en práctica en la India su experiencia", dice. En los últimos dos años, el volumen de inversiones chinas en startups indias, como admitió el propio Misri, se ha multiplicado por nueve, hasta alcanzar los 5.500 millones de dólares. Las empresas occidentales ven con buenos ojos el mercado indio. Walmart invirtió 16.000 millones de dólares en la empresa india de comercio electrónico Flipkart y Berkshire Hathaway invirtió 300 millones de dólares en Paytm, otra compañía de e-comerce.