Como reza un proverbio holandés, “No puede impedirse el viento, pero pueden construirse molinos.”
Hay experiencias significativamente adversas en nuestras vidas que nos cambian para siempre, que quedan grabadas en nuestra memoria. Algunas de estas experiencias puede ser la pérdida de un ser querido muy significativo para nosotros, vivir una catástrofe natural, catástrofes generadas por los propios hombres, perder el trabajo, problemas serios de salud o problemas financieros.
Con estas experiencias adversas, casi siempre, se cierra un ciclo en nuestra vida, para dar paso a otro completamente nuevo y diferente. Esto es precisamente lo que más nos aterra.
A pesar de ello, generalmente con el tiempo, logramos adaptarnos a estas situaciones que cambian dramáticamente nuestras vidas. Incluso, hay personas que consiguen transformarlas en una ventaja o un estímulo para su desarrollo.
¿Qué es lo que nos permite adaptarnos? Es importante haber desarrollado resistencia.
El término resilencia se tomó de la física, y se emplea para definir la potencia de resistencia de una barra de hierro, que se dobla hasta determinado punto sin romperse y puede recuperar su forma anterior. La capacidad de resistencia aplicada a las personas, se refiere a la resistencia al sufrimiento y a la capacidad de superar las situaciones traumáticas.
Hay muchas definiciones de este concepto, pero nos vamos a quedar con la que ofrecía Luthar y otros autores, quienes la definieron como un “proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad”.
La investigación ha demostrado que la resistencia es ordinaria, no extraordinaria. La gente comúnmente demuestra resistencia.
Ser resistente no quiere decir que la persona no experimente dificultades o angustias. El dolor emocional y la tristeza son comunes en las personas que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas. De hecho, el camino hacia la resilencia probablemente esté lleno de obstáculos que afectan nuestro estado emocional.
La resilencia no es un rasgo que la gente tiene o no tiene. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden se aprendidas y desarrolladas por cualquier persona.
Las características de una persona con una resistencia fuerte son:
- La habilidad de salir airosa de cualquier problema, tener un alto nivel de competencia.
- Mucha fuerza de voluntad.
- Ver los problemas como oportunidades, disponer de buenos estilos de afrontamiento.
- Habilidad de mantenerse fuerte ante situaciones difíciles.
- Capacidad de ver cuándo existe una chispa de oportunidad y aprovecharla al máximo.
- Autoestima alta.
- Sentimientos de esperanza.
- Autonomía e independencia.
- Motivación para cumplir metas.
- Actitud positiva.
- Buen manejo del estrés.
- Tener fe en un sistema de valores.
- Tener un círculo social estable y saludable.
- Tener una zona de “confort” amplia.
- Las personas con una resistencia fuerte, están más capacitadas para sobreponerse, porque tienen aproximaciones optimistas y enérgicas hacia la vida. Son personas curiosas y abiertas a nuevas experiencias y están caracterizadas por una alta emocionalidad positiva, siendo esto último, uno de los aspectos más característicos de la resistencia psicológica.
Hay una combinación de factores que contribuyen a la adquisición y la creación de los cimientos para desarrollar una resistencia fuerte.
Muchos estudios demuestran que el factor más importante en la resilencia es tener relaciones de cariño y apoyo dentro y fuera de la familia. Relaciones que nos aporten amor y confianza; que nos proporcionen modelos a seguir; que ofrezcan estímulo y seguridad.
Otros factores que están asociados a la resistencia son, la capacidad para hacer planes realistas y llevarlos a cabo, una visión positiva de su persona y confianza en tus fortalezas y habilidades, destrezas en la comunicación y en la resolución de problemas, la capacidad para manejar sentimientos fuertes y controlar los propios impulsos.
Las grandes adversidades que, no nos engañemos, cave la posibilidad de que surjan en esta actividad más que en otras, son momentos en los que el mundo se paraliza para nosotros. Pero pueden hacernos despertar y cambiar el rumbo, para reconocer las verdaderas prioridades que pudimos haber olvidado en el camino y que finalmente pueden convertirse en grandes maestros si estamos dispuestos a recibir la lección.