Franz Kafka murió hace 90 años, pero días atrás se escribieron 20 páginas que bien podrían haber sido suyas. El texto es una conversación telefónica de media hora entre tres personajes: Robin Konrad, la abogada de oficio de Joseph Wood; el juez federal Neil Wake; y el adjunto al fiscal general del estado de Arizona, Jeff Zick.

La conversación gira en torno al hecho de que el estado de Arizona lleva una hora y media tratando de matar a Wood -condenado por el asesinato de dos personas en 1989- y éste no sólo no se muere, sino que encima jadea y hace ruidos. A veces, el texto tiene hasta detalles humorísticos, como cuando Konrad se hace un lío al tratar de tener una conversación con dos personas a través de su teléfono.

Pero no es ficción. Es lo que pasó el 23 de julio en la cárcel de Florence, en Arizona. "Señor Zick, la señora Konrad me ha llamado porque el señor Wood no ha expirado todavía, y esto se está alargando desde hace hora y media", le dice Wake al adjunto al fiscal general cuando éste por fin se pone. Wood aguantó en total una hora y 57 minutos desde que le fue administrada la primera inyección hasta que fue declarado muerto. Hace tres meses, Clayton Lockett sobrevivió a las inyecciones durante 43 minutos, en los que estuvo consciente y fue capaz de decir cosas como "algo no está yendo bien" y "¡claro que estoy consciente!" mientras trataba de soltarse de la media docena de correas que le ataban a la camilla.

Lockett había sido condenado por asesinar a una mujer disparándola y enterrándola viva. Pero, a pesar de lo monstruoso de su crimen, la manera en la que se le aplicó la ejecución lo ha convertido en parte de la bandera de los grupos que persiguen la abolición de la pena de muerte en EEUU. Unos grupos cuya causa avanza día a día. En total, no hay condena a muerte en 18 de los 50 estados del país. Son seis territorios libres de ejecuciones más que en 2006.

Desde 2002, el Tribunal Supremo ha declarado inconstitucional la ejecución de personas con retraso mental, menores de edad o que no hubieran cometido asesinato. El 16 de julio, un juez de California declaró que la aplicación de la pena de muerte en ese estado es "tan disfuncional" que es inconstitucional.

En Estados Unidos se ejecuta a entre 40 y 50 personas al año desde hace una década, una cifra muy inferior a los 98 de 1999. Dado que hay más de 3.000 condenados a muerte, se necesitarían alrededor de 75 años para liquidarlos a todos aun en el caso de que dejaran de dictarse más sentencias. En promedio, el 2% de los asesinos convictos en EEUU son condenados a muerte, según un estudio de la Universidad de Cornell llevado a cabo en 2011.


La diferencia está en qué estados cumplen las condenas. En Texas, casi la mitad de los condenados acaban con la inyección letal. Pero, de las 900 personas que California ha sentenciado a muerte desde 1977, solo ha ejecutado a 13, frente a otras 94 que han fallecido por otras causas. Así que no es de extrañar que en ese estado y en Florida haya presos que hayan optado por la pena de muerte, porque saben que es muy probable que no los ejecuten nunca y, a cambio, van a tener condiciones penitenciarias mejores que si están en cadena perpetua.

Las razones de esas discrepancias se deben tanto a la legislación de cada estado como a la voluntad de sus gobernadores de aplicar las sentencias, e incluso a factores burocráticos. Un ejemplo: la mayor cárcel de EEUU, Angola, en Louisiana, tiene a 86 presos esperando ser ejecutados. Pero Angola está en la parroquia de Santa Feliciana, que apenas tiene 15.000 habitantes y un juzgado diminuto para toda la carga de trabajo de una penitenciaria con 4.000 internos, la mayoría de ellos sentenciados a cadena perpetua. Consecuencia: un preso en Angola pasa en promedio 15 años hasta que es ejecutado.

Según un sondeo de la consultora Gallup, en 2012 el 60% de los estadounidenses eran partidarios de la pena de muerte, frente a un 35% que la rechazaban. Es el apoyo más bajo desde 1974 y, a medida que se producen más y más escándalos como los de Wood y Lockett, la tendencia se refuerza. De hecho, fueron casos similares con la horca, la cámara de gas y la silla eléctrica los que hicieron que esos sistemas se fueran abandonando progresivamente.

Pero eso no quiere decir que la pena de muerte vaya a desaparecer. En todo el Sur de EEUU sigue siendo extremadamente popular. La primera potencia mundial lleva ejecutando a gente desde que en 1608, en la colonia británica de Jamestown, en lo que hoy es Virginia, el capital George Kendall fue fusilado por espiar para el Reino de España.

Hoy, 416 años después, nueve presos aguardan la inyección letal en Virginia. Una inyección letal que, según el hombre que la ideó, Jay Chapman, no es más que "el procedimiento para una anestesia, pero llevado al extremo". El problema es que las drogas que se han empleado tradicionalmente se fabrican en la UE, y ésta ha prohibido su exportación. El resultado son experimentos en seres humanos con productos como el propofol -el anestésico que mató a Michael Jackson- o con los principios activos de sedantes como el Valium, y agonías interminables como la de Joseph Wood.