Hace unos años en la ciudad italiana de Monza el ayuntamiento decidió prohibir el uso de peceras redondas con el argumento de que las peceras redondas distorsionaban la realidad para los peces. Esto no me hace pensar sino que quizás, en alguna vida pasada, algunos miembros del ayuntamiento de la ciudad situada al norte de Italia fueron peces. Pero la verdad es que ni sabíamos, ni sabemos, ni probablemente sabremos como ve el mundo cualquier ser vivo que no seamos nosotros.
Es lo que los físicos cuánticos llaman realidad dependiente del modelo. No hay un solo camino para llegar al mismo resultado. El Big Bang, por poner un ejemplo, no es la única teoría que es capaz de explicar por qué estamos hoy aquí y por qué en esta situación. A no ser, por supuesto, que alguno de los científicos actuales hubiese sido parte de aquella explosión hace no sé cuantos miles de millones de años.
Solo sé que no se nada
Esta afirmación, para algunos, bien podría entrañar cierto tono de falsa humildad. Sin embargo, mi manera de entenderla es que incluso siendo capaz de enseñar algo, nunca dejamos de ser aprendices. Porque al fin y al cabo aprendiz es el que aprende y desde luego en economía, y pienso que aún más en un entorno con tanta incertidumbre como la bolsa, nunca se deja de aprender. Nuestra visión no es la única válida ni tiene por qué ser la mejor. Pensar de esta manera solo nos crea limitaciones a la hora de mejorar nuestro binomio rentabilidad-riesgo.
Ni siquiera dios es para tanto
Sabemos que hay diferentes formas de abordar el mercado, diferentes teorías, diferentes modelos. Y no me refiero a estudiar análisis fundamental, técnico, algorítmico o macroeconómico. Eso podría ser un error de bulto, hay muchas formas de invertir, con muchas más técnicas de las que conocen la mayoría de marujas del patio de twitter. Diferentes perfiles de riesgo, diferentes expectativas de rentabilidad, diferentes activos e instrumentos financieros. Pero la diversidad no termina en la gran cantidad de modelos diferentes de gestión, sino que dentro de cada uno de ellos hay muchas formas de proceder y muchas combinaciones posibles. Se trata entonces de abrir la mente —filtrando, por supuesto— y estar siempre dispuesto a aprender.
Siempre pienso que dentro de tres meses me daré cuenta de lo poco que sé hoy y dentro de seis la cantidad de certezas actuales que terminarán siendo errores. Porque el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona. De manera que la humildad es el camino para avanzar, para aprender, para seguir trabajando y conseguir los objetivos que nos propongamos. La arrogancia cierra puertas y es un riesgo más, la humildad abre puertas e incluso es capaz de levantar edificios.