Uno de los aspectos mas soslayados en la lucha contra el cáncer es el precio de los medicamentos. Una vez hecho el diagnóstico y superado el choque psicológico inicial que causa el enfrentarse con la enfermedad, el segundo gran choque viene cuando el paciente y su familia se enteran del elevadísimo precio de los medicamentos, y se dan cuenta que –incluso teniendo un buen seguro médico- no los podrán pagar, por lo que la esperanza de curar la enfermedad, se pone en peligro.

Tan grave es este problema que la oncología moderna ha creado el término “toxicidad financiera” para referirse al impacto que tiene el precio de los medicamentos sobre el pronóstico del cáncer en el paciente. Lamentablemente, este es un punto que casi no se toca en los programas de entrenamiento o residencia de oncología, los futuros cancerólogos están mas concentrados en tratar la enfermedad, que en preocuparse de quien va a pagar por sus sofisticados tratamientos.

Al respecto, ha sido recién en los últimos dos años que los oncólogos en Estados Unidos han empezado a tomar en cuenta el efecto negativo que tiene el costo de los medicamentos sobre la calidad de vida del enfermo y han empezado a darse cuenta que los fracasos de sus tratamientos se deben a que los pacientes no pueden pagar los carísimos precios de las medicinas.

Esa toxicidad financiera, del mismo modo que la toxicidad de la quimioterapia, afecta la calidad de vida y el pronóstico del paciente porque al no poder comprar las medicinas, el paciente no las usa y disminuye la efectividad del tratamiento. Al respecto, un estudio en Nueva York encontró que las mujeres con cáncer del seno, tuvieron que gastar sus ahorros, cancelar sus vacaciones o trabajar horas extras para poder comprar medicamentos dirigidos a evitar el regreso del cáncer.