Desde hace tiempo se pueden leer muchos titulares en la prensa con un encabezamiento similar, la palabra “Ilusión”: “Sarkozy: “La ilusión de un mercado todopoderoso ha provocado una crisis sin precedentes””; “Loterías recupera la ilusión del particular por invertir”; “La ilusión compartida y el soponcio del estado de la Nación”; “Mercados de la biodiversidad y equidad de los intercambios: ¿una ilusión?”; “Wall Street recupera la ilusión”… y se podrían llenar folios enteros con este tipo de titulares. Pero… ¿qué nos están vendiendo realmente los medios de comunicación haciendo alarde de estos titulares “llenos de ilusión”?
Como bien dice el dicho, la ilusión es lo último que se pierde, ya que sin ella, sin las ganas por conseguir las cosas, poco avanzaría el mundo. El analista de los mercados bursátiles suele actuar así, con el optimismo por bandera.
La ilusión se sostiene por el deseo o apego excesivo. Es un estado emocional que empaña nuestra capacidad de juicio, la capacidad de evaluar correctamente la naturaleza de las cosas.
La ilusión se desvanece como acuarela en el agua. El tiempo es un filtro…hay que ver lo que perdura a través de él…
Nuestra mente está todo el tiempo “grabando” a nivel consciente, pero a nivel subliminal mucho más. Toda información visual y auditiva queda registrada.
Los mass media resultan indispensables como herramientas de comunicación y presencia pública para todo tipo de agentes económicos, sociales y políticos. Pero los medios de comunicación de masas están especialmente mimados por la economía moderna. Se informa de lo que se quiere y cuando se quiere, según los intereses del momento. Los mass media son hoy en día medios de entumecimiento de la mente. La información se entremezcla tanto con la publicidad y propaganda como con el entretenimiento y el pasatiempo. Los medios de comunicación se han convertido en los vehículos más eficaces de manipulación: ha conseguido alcanzar la cota más alta de engaño en cuanto al producto que vende o servicio que ofrece. Han conseguido confundir la información, de la que podrían ser portadores, con la persuasión. Son la entrada del consumismo, que primero crea la necesidad y luego ofrece la solución. Son un inventor de mentiras sociales camufladas en estereotipos, ideales y status inexistentes, (como la publicidad masiva para comprar acciones de los bancos).
Todos los seres humanos formamos parte de esa mass media y somos quienes le damos pie a los cambios a través de estos. Además, los mass media influyen en nuestro diario vivir de una forma inevitable, ya que estamos rodeados de ellos. La influencia que recibimos de los mass media hace que perdamos nuestra identidad, nuestra individualidad y hasta nuestro criterio de consumo.
Está claro, y es hasta lógico, que si un banquero es “dueño” o un gran accionista de un grupo de comunicación como puede ser Emilio Botín del Banco Santander y del Grupo Prisa (El País, Cinco Días, Cadena Ser…) o Emilio de Ybarra del Banco BBVA y del Grupo Correo, Antena 3, Telefónica, Onda Cero, Telecinco, sus informaciones van a llevar intrínsecamente el moldeamiento de forma paulatina de la actitudes de las personas, para que al fin y al cabo defiendan su ideología y el sistema socioeconómico bajo el que ésta se sostiene.
El más grande magnate internacional de los medios de comunicación, el australiano Rupert Murdoch, mantiene excelentes relaciones con Tony Blair y George W. Bush, y el tono frente a estos dirigentes en los diarios y las cadenas de televisión que posee (incluido The Times, The Sun y Fox News), les es más favorable que con relación a los otros medios de comunicación: “Los medios de Murdoch acusan al movimiento de acoger a delincuentes, drogadictos y de ofrecer comida gratis para ocupar Wall Street”.
Los medios de comunicación tradicionales pertenecen generalmente (y cada vez más) a grupos industriales, sociedades de cartera o de Estado, o son próximos a un movimiento político y se someten a presiones por parte de sus propietarios. Los intereses financieros o políticos de estos protagonistas pueden obligar a estos medios de comunicación a sesgar, y a veces deformar, la información. En los casos extremos, unos medios de comunicación pueden difundir voluntariamente, o no, falsa información (como el pepino español de la señora Merkel).
El objetivo de los manipuladores es, por supuesto, utilizar en su beneficio estas reacciones que esperan del mercado. Esta práctica es un delito vinculada a la estafa y uno de los objetivos de la autoridad de los mercados financieros es detectarlos.
El auge del monopolio mediático conlleva así que los ciudadanos no tengan nada más que una versión de la realidad, su versión, la de los intereses económicos de los accionistas de susodichos medios, que son los grandes bancos y las grandes empresas multinacionales.
¿Por qué se le presta tanta importancia a la bolsa en los medios? La bolsa de valores no es el mercado más grande ni el más importante del mundo: ese honor lo tiene el mercado de bonos. El poder destructivo de una catástrofe bursátil ha sido tremendamente exagerado a través de los tiempos. Por ejemplo, aunque la gran caída de Wall Street en octubre de 1929 se considera como el comienzo de la Gran Depresión, la recesión ya había empezado desde antes. En las ocasiones en que la bolsa se ha desplomado estrepitosamente sin razón aparente pocas veces ha tenido un impacto catastrófico en la economía real. Al día siguiente termina siendo business as usual para casi todos, aunque ese “casi” obviamente excluye a los pobres diablos que perdieron hasta la camisa en cuestión de unas horas.
¿Entonces por qué tanto pánico? La culpa la tienen los medios. Nos han hipnotizado con imágenes de banqueros abarrotando las calles de Wall Street durante 1929, como si hubiera ocurrido un terremoto. Les encanta mostrar imágenes o videos de corredores de bolsa histéricos, vendiendo y comprando acciones con la euforia de un cocainómano que se acaba de tomar dos litros de Red Bull.
Los genios financieros de Wall Street olfatean las ganancias y compran, compran, compran. Huelen el temor y venden, venden, venden. Cuando la euforia se vuelve colectiva, los mercados se convierten en burbujas, y cuando estas burbujas estallan el resultado es terrorífico.
Algunas de las tentativas de las especulaciones son muy peligrosas, ya que en algunos casos hacen efecto bumerán sobre sus autores cuando la situación de mercado se da la vuelta. La desinformación es una manipulación de la opinión pública, con fines políticos, económicos o psicológicos, con una información tratada por medios desviados.
La información financiera es la materia prima que sirve a inversores y otros agentes económicos, (prestamistas, clientes, empleados, autoridades públicas…) a tomar sus decisiones.
Pero el buen inversor es realista. Sabe lo que está a su alcance y lo que no. Observa lo que sucede sin alterarse y sabe cómo actuar en cada situación. Realiza sus estimaciones y crea planes realistas controlando sus emociones. Las ilusiones no son para el inversor profesional, disponen de los gráficos, esos no engañan.
Los mass media y las emociones tan sólo nos alejarán de la realidad y no seremos capaces de conocer nuestra verdadera situación.