Los piratas habían matado al hermano del "Flaco' Marval y a dos primos, y se corría la voz de que tenían en la mira al resto de la familia. Fue así que el delgado muchacho de 17 años y otros hombres de la familia salieron corriendo a tomar las armas que habían preparado soldando tuberías de la cocina, se fumaron una droga con un olor punzante para tomar valor y salieron a patrullar las arenosas calles del pueblo. El "Flaco' estaba envalentonado.
"Solo tenemos que terminar con esta banda y podemos volver a la vida normal, a pescar', comentó.
Los piratas aterrorizaron al estado costero venezolano de Sucre, que alguna vez tuvo una pujante industria pesquera y la cuarta flota atunera entre las más grandes del mundo.
Arrastrado por la crisis, ese negocio se vino abajo, igual que casi toda la industria del país. Bandas de pescadores sin trabajo roban a los que se aventuran en el mar abierto. Se llevan sus pescados y sus motores, los atan, los tiran por la borda y a veces les disparan. Este año hubo asaltos casi a diario y murieron decenas de pescadores.
"Como pescar ya no es rentable, usan las lanchas para las industrias que quedan: contrabando de combustible, tráfico de drogas y piratería', expresó José Antonio García, líder de la central de trabajadores más grande del estado.
Aquí, en la costa, se pesca una tercera parte de las 120.000 toneladas de atún que Venezuela produjo en 2004. En junio, Sucre fue el epicentro de una ola de saqueos de supermercados que recorrió el país. Las familias de Punta de Araya sobrevivieron al verano comiendo "caldo de perro', una sopa a base de agua de mar y los peces descartados.
"Esas sardinas pequeñas salvaron nuestras vidas', dijo el trabajador de una biblioteca Efrén Pares.
Desesperados, los venezolanos se roban lo que queda de tiempos mejores: se llevan las redes de las lanchas de pesca, los generadores de electricidad y los motores fuera de borda. El cálido mar Caribe de Venezuela se convirtió en un sitio donde la gente vela exclusivamente por sus propios intereses y todo vale.
--- Robos y muerte ---
Siete miembros de la familia Marval se disponían a volver a su casa una noche de setiembre cuando oyeron disparos. "No se puede escapar cuando estás detenido en el medio del mar... Empecé a rezar', relata Edecio Marval, de 42 años.
Los bandidos se robaron los peces capturados, y luego mataron a tiros al hijo mayor de Edecio. Cuando se aprestaban a matar a un sobrino adolescente de Edecio, uno de los piratas les gritó a los demás que no lo hiciesen. "No, es mi amigo', les dijo. Habían pescado juntos el año previo.
El grupo se marchó y los sobrevivientes empezaron a encender luces en la noche. Lloraron mientras los cadáveres de sus seres queridos se enfriaban a su lado.
De vuelta en Punta de Araya, le dijeron a la policía que habían reconocido al líder de la banda: "El Beta', un asesino de 19 años al mando de 40 individuos, que vivía a menos de un kilómetro.
"El Beta" empezó a llamar al "Flaco" Marval, y lo amenazaba con acabar con toda su familia. En un mensaje, insultó al Marval que había asesinado y dijo que el próximo era el "Flaco".
Los Marval se prepararon para dar batalla. La noche que se aprestaban a hacer frente al "Beta", el "Flaco" divisó un soldado que empuñaba un fusil Kalashn**ov debajo de un farol callejero.
Cuando llegaron las fuerzas de seguridad, los residentes vieron que subían a tres hombres a un camión. Pero empezaron a quejarse de que habían detenido a la gente equivocada. Dijeron que eran pescadores honrados y los soldados los soltaron. Y el "Beta" es aún una amenaza permanente con impunidad para actuar.
Las autoridades son renuentes a hacer arrestos masivos porque las cárceles están llenas, al punto de que los reos se turnan para dormir en camas.
"Oyes hablar de piratería marítima y piensas en tipos que roban barcos de carga en África. Pero aquí tenemos pescadores pobres que roban a otros pescadores pobres", afirmó el abogado de Sucre Luis Morales. "El delito común está conquistando el mar venezolano", concluyó.