Tanto los organismos internacionales como los indicadores adelantados y las encuestas de sentimiento económico –sea lo que sea el sentimiento económico– ofrecían mejores perspectivas.
Pero los datos son los datos, y la historia que cuentan es que la eurozona es incapaz de alcanzar una velocidad de crucero del 2 por ciento por mucho que empuje el Banco Central Europeo (BCE) y por mucho que no se materialicen los riesgos políticos en forma de populismos de ultraderecha.