Una criptomoneda es un medio digital de intercambio o de pago, lo más parecido a una moneda pero sin existencia física.

La primera de ellas que empezó a operar fue el Bitcoin en 2009, a la cual le siguieron muchas más, con distintas características, como Ethereum, Ripoll, Litcoin y Dogecoin, entre otras.

Según el sitio coinmarketcap.com, la capitalización de las más de 800 criptomonedas hoy es de unos 80 mil millones de dólares, en baja respecto a los 115 mil millones alcanzado el 14 de junio. En ese momento, su representante más exitoso y codiciado, el Bitcoin, llegó a valer el doble de lo que valía una onza de oro, cuando hace tan solo unos años atrás dichas cifras eran imposible de imaginar.

La caída hace recordar lo ocurrido cuando el Bitcoin alcanzó los 1.200 dólares y se derrumbó hasta los 200 debido a la quiebra de Mt. Gox, un mercado electrónico de bitcoins japonés que quebró en el año 2014.

Uno de los temas que preocupan es la implementación de nuevas actualizaciones de software a ser usadas por monedas rivales al Bitcoin. Pero básicamente también se dio una toma de ganancias lógica y hasta necesaria para poder permitir el ingreso de nuevos jugadores y especuladores a este mercado de moda.

Los bancos han estado enfrentando durísimas multas en los últimos años por permitir maniobras de lavado de dinero y han tomado de ahí en más muchas medidas, y muchas veces en exceso, para evitar mayores sanciones. La ayuda bajo la forma de remesas hacia los países pobres y las transferencias hacia países no colaboradores con las nuevas medidas de control del dinero negro se vieron frenadas y hay cada vez más complicaciones con el dinero que se transfiere, incluso entre cuentas de un mismo beneficiario final comprobado.

Bancos africanos, del este europeo, de Latinoamérica y del Caribe también vieron recortadas o dadas de baja sus líneas de corresponsalía para hacer el clearing de dólares y euros. Todo esos factores provocaron el surgimiento de las criptomonedas.

Piensen en los controles de capitales para ingresar dinero -pero sobre todo, salir- de un país y la búsqueda de canales informales más caros aún para llevarlos a cabo. La tecnología avanzó para detectar movimientos sospechosos, y los bancos han ido bajando los montos mínimos a partir de los cuales se encienden determinadas alarmas.

La tecnología "blockchain" viene a dar una respuesta a estos fenómenos. No solo mejora los tiempos de las transferencias (cuando se creó hace 7 años tardaba hasta tres horas y ahora es casi inmediato), sino que baja sus costos.

Además, su uso se ha extendido y cada vez más negocios aceptan que se les pague en Bitcoins. Tantos legales como no legales.

En 2016 solamente, hubo 5 millones de nuevos usuarios que comenzaron a operar Bitcoins y el volumen de operaciones de ha duplicado. Este año se ha incluso acelerado.

Los chinos han estado usándolo para eludir los controles de capitales internos.

Los traficantes de armas y hackers informáticos ahora se cobran con Bitcoins.

Y a mayor demanda de dinero, mayor apreciación de su valor. Porque no sólo cumple los requisitos de liquidez a través de las billeteras virtuales que exigen (wallets) sino que sirve como reserva de valor ya que la cantidad de bitcoins que se emiten va bajando al 50% cada cuatro años y dejarán de "minarse" o emitirse en en el año 2140.

En síntesis, los fundamentos detrás de la subida de las criptomonedas siguen luciendo sólidos. Más aún, cuando vemos que los bancos no pueden derrotarlos, se terminan uniendo a esa tecnología y desarrollando nuevo proyectos en torno a la tecnología de "blockchain".