Se supone que la guarida de Eleazar* es peligrosa y clandestina.
Pero arribar a ella no amerita cubrirse el rostro con una capucha oscura.
Tampoco requiere aportar una clave secreta a algún portero de lentes sombríos y micrófonos con auriculares, ni dejar atrás el teléfono celular por temor a ser rastreado por las autoridades.
Su cubículo de trabajo es un cuarto de seis metros cuadrados, aclimatado con aire acondicionado, repleto de computadoras, cables y conexiones múltiples. Es un área menor del apartamento de una familia de clase media alta en La Lago, la zona más exclusiva de Maracaibo, en el oeste de Venezuela.
La carcasa de un CPU (el hardware de una computadora) reposa desmembrada frente a él, sobre un escritorio de vetas marrones.
El computador, encendido, es la base de una arquitectura de tubos plásticos grises, de mediano tamaño. Dos tarjetas de video profesionales están fijadas a ellos con adhesivos. Sus microventiladores funcionan a todo dar.
"Han Solo" ojea su monitor. Líneas sobre líneas de textos amarillos, púrpuras y grises se suceden cada diez segundos. Detalla minuciosamente las categorías: "total shares (acciones totales)"; "rejected (rechazadas)"; "time (tiempo)".
Las operaciones no se detienen. Tienen horas tras horas procesándose. Incluso días.
Son pulsaciones de un oficio proscrito en esta nación del trópico caribeño, cuya economía está regida por un férreo control de cambio desde 2003. Un huracán de inflación, especulación de precios y escasez la ha abatido desde entonces.
"Han" es uno de los tantos contralores de las criptomonedas o divisas digitales: un "minero" del bitcoin. "Esto es como la Cosa Nostra. En Venezuela funcionamos en las sombras".
Contralores del auge del bitcoin
Bitcoin es tanto una moneda digital como un sistema. Un experto en tecnología -o varios; es un misterio-, conocido bajo el seudónimo de Satoshi Nagamoto, la creó en 2008 en respuesta a la crisis económica global.
Su legado fue revolucionario: una divisa rentable que no dependía de gobierno ni banco central alguno. Es propiedad privada y se fundamenta en un código público, de acceso libre. Con ella, en algunos lugares del mundo, pueden pagarse bienes y servicios, y sirve para ahorrar.
Su columna vertebral es una cadena de bloques informáticos, conocida como blockchain, una suerte de libro público de contabilidad en el que todas las transacciones quedan anotadas tras verificarlas una red masiva y descentralizada de computadoras en diferentes regiones del mundo.
Es el trabajo de los millones de "mineros" como "Han Solo": chequear con sus equipos y de manera aleatoria que los algoritmos de operaciones con criptomonedas estén correctos y que no sean duplicados.
Les llaman así porque sus equipos deben cavar hondo en el sistema hasta solucionar los complejos algoritmos de las transacciones del b itcoin. Y la matriz les paga luego una comisión en sus respectivas wallets o carteras digitales.
Mientras más problemas solucionen, acumulan mejor paga. Ellos, en conjunto, son el verdadero banco central del bitcoin.
En ascenso
La confianza en el bitcoin y en las más de 800 monedas digitales creadas ha crecido exponencialmente en los últimos años.
En 2009, podían comprarse 1.309,03 bitcoins por un sólo dólar. Hoy cada bitcoin se tasa en US$4.609. S ó lo en 2016 su valor se incrementó en 125%.
El gobierno de Japón aprobó en febrero considerarla como una moneda de curso legal y la declaró exenta de impuestos. Rusia coquetea con la minería oficial.
En Europa ya hay cajeros automáticos para comprar criptos o retirar su valor en moneda local.
Hasta el presidente Donald Trump tiene su propia divisa digital, la trumpcoin -se tasa en US$0,06 por unidad-.
Malabares entre el bien y el mal
El bitcoin no solo despierta aplausos. También frunce ceños en las cúpulas de gobiernos y entidades financieras.
Preocupa que el anonimato y la dificultad de cálculo de sus transacciones favorezcan su uso en operaciones criminales, como el lavado de capitales, la compra ilegal de armas, el narcotráfico y el financiamiento del terrorismo.
El Banco Central de India dijo a principios de mes que es "susceptible a malversaciones".
Su mal empleo no es un mito.
China prohibió hace pocos días las ICO (Oferta Inicial de Moneda), la posibilidad de comprar a bajo precio criptomonedas para financiar un proyecto naciente, debido a la creciente ola de denuncias de fraude.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos les advirtió a los inversores sobre las falsas ICO que se fundamentan en noticias y rumores inventados para inflar sus precios.
Los hackers que robaron material exclusivo de los servidores de la cadena de cable HBO en julio pasado fijaron un "rescate" a cambio de la devolución de guiones y capítulos de series como "Juego de Tronos" y "Ballers".
El pago de US$6 millones debía hacerse en bitcoins.
Agentes de cuello "geek"
"Mister Bitcoin", apodo de un "minero" del occidente venezolano, se topó con la ocupación gracias a su núcleo de amigos.
Graduado como contador público y gamer (jugador de videojuegos) por afición, vio comulgar lo mejor de ambos mundos en el cosmos de las criptomonedas.
Seis de sus procesadores descifran activamente códigos y algoritmos del b itcoin desde enero de este año.
"Es mentira que ganemos dinero sin hacer nada. Debemos estudiar el mercado. Debemos estar pendiente de las noticias. Hay que saber en qué vas a invertir. Demanda atención y dedicación", afirma, orgulloso, a BBC Mundo.
Maneja una camioneta último modelo. Viste y calza de marca. Chequea con regularidad los subibajas del mercado del bitcoin en su iPhone de la más reciente generación. Apenas un puñado de cercanos saben de su oficio.
Los mineros en Venezuela son generalmente jóvenes emprendedores, en su mayoría del sexo masculino, familiarizados con el mundo de las tecnologías y miembros de clase media o pudientes.
Aplican filtros de verificación de identidad a quien desee ingresar a sus grupos de WhatsApp o Telegram. No quieren infiltraciones. Son agentes de cuello geek.