Los mercados financieros globales están atravesando una etapa de bonanza en los últimos años. Muchos de los principales índices de los Estados Unidos cerraron el mes de noviembre cerca de sus máximos históricos, y diversos mercados internacionales acumulan jugosos retornos luego de la recuperación posterior a la profunda crisis de 2008-2009.
Adicionalmente, el boom de las criptomonedas como Bitcoin y activos similares ha generado ganancias verdaderamente explosivas para muchos inversores y especuladores en períodos de tiempo inusualmente breves.
Por supuesto que ganar dinero rápidamente implica muchas ventajas de todo tipo para el beneficiario de dichas ganancias. Pero por otro lado, es importante no perder de vista que esta clase de situaciones muchas veces implica también riesgos importantes a tener en cuenta.
La maldición del millonario repentino
Muchas veces solemos fantasear con la idea de ganar grandes sumas de dinero en el corto plazo. No hace falta explicar los beneficios que puede implicar una situación de este tipo, aunque los aspectos problemáticos muchas veces se pierden de vista.
Son ampliamente conocidos los casos de estrellas del deporte, la música o el cine que ganan grandes fortunas en su profesión, solo para luego despilfarrar buena parte de ese dinero e incluso enfrentar serias dificultades financieras. Los datos estadísticos demuestran que este es un problema bastante recurrente, el cual va más allá de las evidencias anecdóticas.
Según un estudio de National Endowment for Financial Education, en los Estados Unidos, cerca de un 70% de los individuos que reciben una gran fortuna repentinamente, por ejemplo ganando la lotería, suelen perder la totalidad de ese dinero en menos de un año. En el mismo sentido, un 60% de los jugadores profesionales de la Liga Nacional de Fútbol (NFL, por sus siglas en inglés) enfrentan problemas económicos en los cinco años posteriores a su retiro de la carrera de jugador profesional de fútbol americano.
Cuando ganamos dinero paulatinamente a lo largo de los años, resulta más fácil comprender cómo interactúan las diferentes fuentes de ingresos y gastos, lo cual favorece un criterio más sustentable de gestión patrimonial. En cambio, cuando se produce una gran entrada repentina de dinero, algunas personas tienden a pensar que ese dinero dura para siempre y más allá del nivel de gastos, lo cual es un error garrafal con graves consecuencias.
La importancia del contexto en las estrategias de inversión
Cuando se trata de ganar dinero invirtiendo en los mercados, muchos operadores suelen ser víctimas de su propio éxito. Es habitual que los operadores inexpertos logran grandes ganancias iniciales mediante operaciones de alto riesgo, solo para luego dilapidar ese capital al no aplicar en forma consistente una estrategia probada en el largo plazo.
Al respecto, es fundamental comprender el contexto en el cual se producen los resultados de las operaciones financieras. Los mercados pueden tener diferentes tipos de comportamiento, ya sea de tendencia alcista o bajista, así como también incluso de movimientos laterales. En función de los escenarios y horizontes temporales, diferentes tipos de estrategias van a generar resultados de lo más disímiles.
Por ejemplo, si nos ubicamos temporalmente en marzo de 2009, es decir, en el peor momento de la última crisis financiera, cualquier estrategia que implique mantener posiciones a largo plazo ofrece resultados decepcionantes. En aquel momento, los índices de mercado acumulaban caídas de más del 50% desde sus valores máximos, y muchas posiciones generaron pérdidas en un horizonte de cinco e incluso diez años.
Por otro lado, hoy en día los mercados acumulan jugosas ganancias desde aquellos niveles. A lo largo de los últimos años ha resultado masivamente rentable mantener las tenencias y capitalizar los ajustes de precios para incrementar posiciones.
En síntesis, si analizamos los retornos durante la década previa a la crisis de 2008-2009, llegamos a la conclusión de que invertir a largo plazo es una estrategia poco conveniente, y que en general resulta mejor idea apostar a las tendencias de corto plazo. En cambio, si evaluamos los retornos posteriores a la crisis llegamos a una conclusión exactamente opuesta.
El punto central es que los resultados dependen siempre del contexto de mercado durante el período en que se aplica la estrategia. Un inversionista experimentado conoce claramente esta diferenciación, lo cual lo lleva a aplicar estrategias de diversificación y gestión de riesgos ante cambios en la dinámica de mercado.
En cambio, quienes no han experimentado aún diferentes escenarios de mercado pueden cometer el grave error de extrapolar inadecuadamente los resultados de la estrategia. Muchos inversionistas apostaron con demasiada agresividad a las acciones de compañías tecnológicas durante la burbuja de mercado en el año 2000, para luego pagar las consecuencias cuando el mercado retrocedió a valores más razonables.
Resulta saludable despersonalizar los resultados de las inversiones. Es decir, comprender que el éxito o el fracaso de una estrategia no depende exclusivamente de la habilidad o el talento del inversor, sino que diferentes estrategias generan retornos ganadores o perdedores en función de la etapa histórica y el contexto de mercado en particular.
En definitiva, un inversor inteligente no es quien gana grandes sumas de dinero en el corto plazo para luego perder buena parte de esas ganancias en base a una estrategia demasiado arriesgada. Por el contrario, el éxito en el mercado implica generar ganancias consistentemente y proteger el capital en el largo plazo.